LA COLONIZACIÓN DEL NORTE DE MÉXICO
BREVE HISTORIA DE TORREÓN.
La familia Sánchez Navarro vendió en 1848 la hacienda de San Lorenzo de la Laguna al hacendado español Leonardo Zuloaga, quien fue el creador de las primeras obras de irrigación y de cultivo de la Comarca Lagunera de Coahuila. Fue el que inició la construcción de tajos y acequias que partían de las denominadas presas que se hicieron para controlar de cierta forma las aguas broncas del río Nazas; dichas presas fueron las de: Calabazas y posteriormente de la del Coyote; las cuales fueron construidas casi en el mismo tiempo de que Juan Nepomuceno Flores y Juan Ignacio Jiménez construyeron “río arriba” las presas de San Fernando y Santa Rosa que servían para regar las tierras del margen izquierdo del río de las Nazas. La citada compra-venta Antes de que Zuloaga se dedicara a alguna otra actividad, en las tierras ubicadas al sur-este de la gran Boca de Calabazas, mandó construir un cuadro de 100 varas (80 mts.) que sirviese de resguardo a los trabajadores del incipiente rancho. Dicha construcción tenía en una de sus esquinas un torreón que sobresalía del resto de la construcción y que servía para vigilar el lugar contra los posibles ataques de los indios apaches. De dicha construcción el rancho tomó el nombre del Torreón y fue como consecuencia de la comunicación cotidiana entre los campesinos que por acá habitaron y que provenían de los también ranchos de Zuloaga, situados en la hacienda de San Lorenzo de la Laguna, llamados: El Tajito de Piedra, Hornos, La Concepción y San Lorenzo, principalmente. Toda la construcción fue hecha de adobe, salvo los cimientos, en los que se utilizaron piedras del hoy llamado cerro de La Cruz Leonardo Zuloaga Olivares era natural de la villa de Zéanuri, de la Vizcaya, española; en donde nació en el año de 1806. Posteriormente y cuando era todavía niño, vino a la Nueva España, junto con sus hermanos Pedro y Ramón, entre los años de 1814-1816. En octubre de 1834 se casó con Luisa Ybarra Goribar, dama originaria del Saltillo pero avecindada en Parras desde muy pequeña. Luisa era hija de Manuel Ybarra y de Isabel Goribar Arrieta. Este matrimonio se destacaba a nivel regional por su poderío económico y estableció su domicilio en la hacienda de San Lorenzo de Parras, la cual adquirió don Manuel de los descendientes de Juan Lucas de Lazaga. En el año de 1841, Leonardo Zuloaga compró la hacienda de los Hornos, antigua posesión de los jesuitas de Parras, y cuya propiedad les fue incautada cuando dichos sacerdotes fueron expulsados de los territorios españoles por ordenes del monarca español Carlos III. Dicha compra la hizo Zuloaga a la viuda de José María Herrera Moreno, su antiguo propietario. A partir de ese año, el matrimonio Zuloaga-Ybarra fijó su residencia en la hacienda de los Hornos en donde Leonardo empezó a diseñar un sistema agrícola de siembra y regadío que perduraría por años en la Comarca Lagunera de Coahuila. En dicha hacienda se cultivaban: maíz, frijol, trigo, chícharos y algunas legumbres. Se cultivaba también el algodón pero en una menor escala respecto a los demás productos. En el año de 1848, como ya dijimos al principio, Leonardo Zuloaga y Juan Ignacio Jiménez compraron la hacienda de San Lorenzo de la Laguna, la cual abarcaba territorio de los estados de Coahuila y Durango. Y en el año de 1852, dichos señores se dividieron la posesión y quedaron las tierras de Coahuila para Zuloaga y las de Durango para Jiménez, sirviendo como línea divisoria el curso del río Nazas partir de la Boca de Calabazas hacia el oriente Además ese mismo año se firmó en Viesca un acuerdo entre Zuloaga, Jiménez y Juan N. Flores, en el que se repartieron la utilización de las aguas del citado río de Las Nazas. Esta división marcó el inicio para que Leonardo Zuloaga empezara a derivar del cause del río de Nazas, los canales y tajos que permitirían llevar el vital líquido a los terrenos de su naciente rancho del Torreón. El reparto de tierras y agua que hubo entre los hacendados regionales Zuloaga, Jiménez y Flores, marcó claramente el nacimiento de Torreón, el cual indudablemente fue fundado por Leonardo Zuloaga, en conjunto con los campesinos a su servicio que provenían de los ranchos aledaños que ya mencionamos en líneas anteriores. Para dar fe de dicho acontecimiento Zuloaga en alguna ocasión le expresó al gobernador del estado Santiago Vidaurri, lo siguiente:
“El Torreón es la mejor y mas principal de mis fincas y cuyo nombre le viene cuando lo comencé a fundar, lo primero que hice en ella fue un torreón donde pudiera escapar de los ataques de los bárbaros la gente que trabajaba. Tiene esta finca buenas casas de vivienda, una presa que tiene costo hasta hoy de dieciséis mil pesos de labor cuyo desmonte de mezquital corpulento me han costado un dineral” En los años posteriores a la fundación de Torreón, Leonardo Zuloaga se dedicó de lleno a las actividades agrícolas en sus haciendas y ranchos y en menor proporción se dedicó también a la cría de ganado mayor. Sin embargo en ese vivir cotidiano se le presentaron tres grandes problemas: la disputa por las aguas del Nazas con los hacendados de aquel lado del río; las incursiones y depredaciones que le causaban las hordas de indios apaches que se descolgaban de los estados sureños de la Unión Americana y los problemas con los colonos establecidos en la región de Matamoros que habían comprado al gobierno del estado una porción de terreno que al parecer pertenecía a Zuloaga como propietario de la hacienda de San Lorenzo de la Laguna. Después de algún tiempo de soportar ciertos males estomacales causados por los problemas y preocupaciones, Leonardo Zuloaga murió en Parras el 20 de febrero de 1865 y se le sepultó en el Panteón de San Antonio de la citada ciudad de Parras; al no haber sucesión del matrimonio Zuloaga, su viuda, Luisa Ibarra, entró en posesión del latifundio, el cual le fue confiscado en 1867 en virtud de una acusación que se le hizo a dicha señora por una supuesta ayuda a las fuerzas del Imperio de Maximiliano; sin embargo después de algunos alegatos y gracias a la intervención en su favor del ministro juarista don José María Lafragua en diciembre de ese mismo año el presidente Juárez decretó que le fueran restituidas sus tierras incautadas, salvo las que correspondían a la villa de Matamoros y las del valle del Sobaco al norte de la hoy San Pedro de las Colonias, Coah. El 4 de Septiembre de 1868 llegó una extraordinaria creciente del río Nazas que arrasó y destruyó el caserío del rancho del Torreón, incluyendo la construcción aquella que le dio dicho nombre y cuya imagen ya no pudo borrarse de la mente de sus habitantes, ni su nombre del habla popular; y tiempo después la viuda de Zuloaga mandó construir un nuevo torreón un poco mas al poniente del anterior y en un lugar mas alto, muy cercano a la falda del cerro de La Cruz. Sin embargo doña Luisa Ibarra Vda. de Zuloaga tenía muchos problemas que le hacían la vida pesada, al no tener ya el apoyo de su esposo, para poder administrar sola aquel enorme territorio y empezó a verse en aprietos económicos y se vio en la necesidad de pedir algunos préstamos para sobrevivir y solventar los innumerables gastos que le ocasionaban sus posesiones El manejo de las tierras representaba muchos gastos y en Saltillo le abrieron algunos créditos los señores Guillermo Purcell y Juan E. O. Sullivan, con garantía del rancho El Torreón. Por el año de 1870 consiguió nuevos créditos en la ciudad de México con la Casa Agustín Gutheil y Cía., con garantía de la Hacienda de San Antonio del Coyote. En 1882, Gutheil compró los créditos de la Casa del Saltillo, por conducto de su apoderado Gualterio Hermann. Por el año de 1879, la Señora Ibarra cedió a su administrador general, Mateo Lapatza, la hacienda de la Concepción en cuarenta mil pesos. También vendió al agricultor duranguense Eduardo Ávila, los ranchos: Alamito, Jaboncillo y Santa Teresa en ciento cincuenta mil pesos. Al veracruzano Juan Martínez Zorrilla, le vendió los ranchos de San Marcos y San Juan. El 23 de Agosto de 1876, se firmó la escritura de venta de varias de las propiedades de la Señora Ibarra. Sus adeudos eran tan grandes que no le quedaba otro recurso, y así fue como la firma Rapp, Sommer y Compañía, Sucesores de Agustín Gutheil y Cía., adquirieron en 220,000 pesos (doscientos veinte mil pesos) El pago lo recibió la vendedora, entregándosele en efectivo la cantidad de ochenta y cinco mil pesos, y el resto, ciento treinta y cinco mil pesos, por cancelación de su cuenta adeudada a Agustín Gutheil y Cía. La compra incluía las siguientes propiedades: El Torreón con sus ranchos: El Tajito, San Antonio de los Bravos y San Luis, y además la hacienda de San Antonio del Coyote, con sus ranchos El Hormiguero, Solima, Guadalupe, Purísima, Soliz y Granada. Desde la muerte de Leonardo Zuloaga, doña Luisa se instaló en su familiar hacienda de San Lorenzo de Parras, y allí pasó los largos años de su viudez, ejerciendo obras de bondad y filantropía, pagando con largueza los servicios que le prestaban, con parte de sus mismos bienes, que de ser enormes se fueron reduciendo hasta dejar de pertenecerle totalmente para cuando ella murió . San Lorenzo de Parras, se hizo después más conocido en todo el país por las bodegas vinícolas que han manejado allí los diversos poseedores de la hacienda y en el último siglo por los descendientes de Evaristo Madero, y que aún a la fecha elaboran exquisitos caldos, fue el lugar donde se firmaron casi todas las escrituras de venta, por las cuales doña Luisa Ibarra viuda de Zuloaga, trasladó el dominio de los grandes negocios agrícolas en que se fue fraccionando la parte coahuilense de la gran Hacienda de San Lorenzo de la Laguna. Fue una fría tarde del mes de octubre de mil ochocientos ochenta y seis, cuando falleció de pulmonía doña Luisa Ibarra Goribar de Zuloaga, mujer noble y buena, que administró veintiún años el latifundio de La Laguna de Coahuila y fue la que finalmente inició su fraccionamiento final y que en sus inicios llegó a tener 526,238 hectáreas. Su cadáver fue sepultado en el panteón de San Antonio de Parras de la Fuente en la misma fosa donde descansaban los restos mortales de su esposo don Leonardo Zuloaga Olivares. Hoy los restos de ambos personajes descansan en un sitio especial del llamado Museo del Torreón. El 24 de Agosto de 1883, el señor Andrés Eppen, representante de la firma Sucesora de la Casa Gutheil, que representaba ampliamente D. Gualterio Hermann, consiguió que la señora Luisa Ibarra Vda. de Zuloaga, autorizara la cesión de los terrenos necesarios para el derecho de vía del ferrocarril y la construcción de una estación para el mismo, en tierras pertenecientes al Rancho el Torreón. La Sra Luisa Ibarra de Zuloaga vende como se ha dicho en 1876 a la casa Rapp-Sommer la hacienda de Torreón junto con otras 8 haciendas contiguas , pero aun conserva algunos terrenos de su propiedad en zonas aledañas. El terreno donde se construiría la futura villa del Torreón no fue a saber , “incluido en la venta” . Este terreno fue "donado" especialmente por la viuda de Zuloaga 6 años mas tarde , a pedido especial de Don Andrés Eppen socio y representante de la casa Rapp-Sommer en el mes de Agosto de 1883 , para que por este terreno pudiera pasar el ferrocarril , y lo mas importante : para que en el mismo , el Ing Federico Wulff (traído para tal efecto por Eppen) trazara las cuadras de lo que luego seria la Villa del Torreón , mismas que deberían de tener 100 varas por lado con sus calles de 25 varas . VARA : Medida de longitud que se usaba en distintas regiones de España con valores diferentes, que "oscilaban" entre 76.8 y 91.2 cm. (con una media de 84 cm) Años mas tarde , en octubre de 1886 murió Doña Luisa Ibarra de Zuloaga, siendo sepultada en su tierra natal de Parras, al lado de su esposo Don Leonardo. Esa creciente producción topó en seguida con un obstáculo muy grave: era difícil y costoso transportarla a Durango y a Saltillo, sus mercados naturales, lo que hizo que todos pidieran a gritos la instalación del ferrocarril . Luisa Ibarra de Zuloaga quien había conservado unos terrenos muy amplios que parecían los más adecuados para que pasaran por ahí las vías y se construyera la estación - a instancias de Eppen- los regaló con ese único fin en agosto de 1883 • La opulenta señora cedió también las tierras sobre las que se trazaría la cuadrícula de una ciudad nueva, la Villa del Torreón, lo mismo que los terrenos de los que surgirían Matamoros y San Pedro de las Colonias.
La llegada del Ferrocarril
Hacia el año de 1880, la noticia de que el ferrocarril llegaría a la Comarca Lagunera causo un gran revuelo , al enterarse de que el trazo de la línea que originalmente se había planeado pasaría por la ciudad de Durango como estaba estipulado entre los artículos que conformaban el contrato para la construcción de esta línea, ahora se había desviado para pasar justo por la Villa de Lerdo . Para 1880 la comarca lagunera en general, vivía de la agricultura y dependía del agua que trajera en su temporal el rió Nazas, que por lo regular era disparejo; situación que generaba problemas entre los ribereños del Nazas, por este motivo la comarca sufre de diferencias , pasando además por un conflicto de definición de límites entre los estados de Durango y Coahuila, que llegan por su importancia a la ciudad de México. Se dan invasiones de Coahuila hacia Durango con participación de gente de Matamoros. También se tiene referencias de columnas de militares que salen a la cacería de Indios que tenían asolada a esta región y a las regiones ubicadas al norte del estado cercanas a Sierra Mojada. En Diciembre de 1880 llega a la Villa de Lerdo una carta proveniente de la ciudad de México , teniendo de remitente al Sr. Ramón Guzmán directivo del Ferrocarril Central, que anunciaba a la Villa que próximamente la vía del ferrocarril central pasaría por la Comarca Lagunera , situación que generó gran júbilo entre la población y la comarca en general. El beneficio y el avance, venía para todos. En Mayo 7 de 1881 aparece la noticia del Sr Evaristo Madero -gobernador del estado- comentando que 2 tendidos ferroviarios han partido ya de San Antonio Texas buscando las márgenes del Río Bravo , uno, “el del ferrocarril del Pacífico”, en los puntos de Eagle Pass y Paso del Norte (hoy ciudad Juárez) , y el otro, “El del ferrocarril Internacional” , que a partir de Laredo atravesaría al estado de Coahuila . Esta ultima concesión fue ganada por el Sr. Palmer y Sullivan. En los primeros días de Julio el Ingeniero Gorsuch con su brigada de reconocimiento del terreno -para el paso de la vía- llega a la Villa de Lerdo y se muestra muy satisfecho por lo visto en la comarca , encontrando de tres a cuatro pulgadas de humedad en los suelos que fueron regados en los meses de Agosto y Septiembre del año anterior , con las aguas del río Nazas. El Ing Gorsuch visitó los plantíos de maíz de la región , y hace alusión ha haberse encontrado una producción muy buena de este cultivo. Igualmente alude a otros cultivos como fríjol, garbanza, trigo, y a un cultivo de algodón que en aquel entonces apenas se iniciaba . Sus comentarios ante las gentes fueron de que el paso del ferrocarril centuplicaría sus valiosos productos , manteniendo los trabajos de millares y millares de gentes, mencionando igualmente que si estos cultivos eran de momento trabajados en pequeña escala , era por la falta de consumo y lo caro de los transportes., cosa que a partir de muy poco tiempo cambiaria radicalmente Mientras tanto la construcción de los rieles proseguía a razón de dos kilómetros de vías por día de trabajo. El gobernador de Durango Francisco Gómez del Palacio, intentaba a toda costa que el ferrocarril tocara a la capital duranguense, argumentando que el tendido ferroviario que partía de la ciudad de México iría primero a la ciudad de León y de ésta se prolongaría a la ciudad de Durango para continuar luego a Paso del Norte. Desgraciadamente para el gobernador Gómez Palacio el convenio fue modificado por decreto en 1881 y el trazo se modificó dado lo complicado de que el tren pasara por la ciudad de Durango en donde había que superar las marcadas pendientes del terreno, a mas de que les tomaría hacerlo cuatro meses más y mucho dinero extra no presupuestado.. Finalmente se escogió la línea oriental tomando rumbo hacia la villa de Lerdo . Se cruzaron las tierras de Santiago Lavín quien llegó a un arreglo y así cruzó el ferrocarril hasta Santa Rosa en los límites políticos con Coahuila y naturales con el río Nazas. El paso obligado para llegar a Coahuila se dio en el punto más estrecho del río y llegó a las tierras del rancho del Torreón, celebrando un contrato con Luisa Ibarra de Zuloaga y estableciendo un paradero – al que se le llamó “Nazas”- frente al casco del rancho del Torreón y una estación formal situada a 16 kilómetros rumbo a la capital mexicana a la que se le dio el nombre de “Matamoros”. Llegar con los ferrocarriles a la presa, rancho y hacienda del Torreón , fue sin embargo, motivo de desavenencia entre el presidente de la republica Manuel González (que había sustituido- temporalmente- a Porfirio Díaz ) y uno de sus amigos poderosos : Francisco Gómez Palacio, a la sazón gobernador de Durango. Quien insistió en numerosas ocasiones que la línea del Ferrocarril Central Mexicano pasara por la ciudad de Durango, mientras que la ruta que proponían los directores y principales accionistas de esa empresa -capitalistas de Boston USA - , era unir Zacatecas con Chihuahua en la forma mas recta y mas barata posibles , pasando… “a través de La Laguna” A la inminente metrópoli lagunera llegaron, pues, no sólo las vías del Ferrocarril Central, que venía de Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez) sino también las del Ferrocarril Internacional. El del Ferrocarril Central hizo estación en "El Torreón" desde el 23 de septiembre de 1883 y el Ferrocarril Internacional cinco años después. Las aguas del Nazas, con todo lo irregulares que eran, más el trabajo de tantos peones y el capital de los extranjeros y de alguno que otro mexicano desarrollaron aceleradamente la comarca, mientras por esos ferrocarriles iba y venia un número cada vez mayor de pasajeros y mercancías. Faltaba muy poco para que el Ferrocarril Internacional, que venía de Ciudad Porfirio Díaz ( hoy Piedras Negras ) se empalmara en la Estación del Torreón con el Ferrocarril Central Mexicano, cuando Andrés Eppen, ya para entonces socio, y no sólo empleado, de la casa Rapp-Sommer, discurrió fundar junto a esa estación ….una Villa. La prosperidad de los cultivos y la creciente población de las haciendas y rancherías daba para imaginar eso y más. Eppen llamó a otro técnico de origen alemán, el ingeniero Federico Wulff Olivarri , para que realizara el trazado de las calles y manzanas . Las cuadras ó manzanas, casi siempre cuadrados perfectos, habrían de tener 100 varas por lado- 76 metros- y las calles 25 varas de ancho -19 metros- . La cuadrícula quedó lista y señalada en noviembre de 1883. Los cuatro terrenos en que se subdividía cada manzana empezaron e venderse en seguida. Todos eran, en su origen, propiedad de la casa Rapp-Sommer.
El 23 de
septiembre de l883, pasó el primer tren del Ferrocarril Central por un Villorrio
llamado Torreón, el Central construyó 1970 km de vía en 1,388 días con un
promedio diario de un kilómetro y medio, así también incluyendo la inactividad
por los obstáculos tanto físicos y políticos
LA CAIDA DEL PUENTE DEL FERROCARRIL SOBRE EL RIO NAZAS EL 18 DE OCTUBRE DE 1885
Durante la mañana del día 18 de octubre el puente del ferrocarril – único camino para llegar a Lerdo- empezó a dar señales manifiestas de derrumbarse. Los fuertes tronidos que hacia el río alertaron a los ribereños , quienes acudieron al puente temerosos de que la gran avenida del Nazas que estaba bajando en esos momentos se fuera “a llevar” el puente Poco a poco la corriente fue arrancando los postes de soporte , hasta desprender 40 de ellos. Y fue entre las 4 y las 5 de la tarde del 18 de octubre de 1885 que el puente finalmente se derrumbó seccionándose en grandes trozos , uno de ellos de 70 metros de largo , mismo que fue arrastrado por la creciente del río en dirección a la cercana presa del torreón. El impacto del trozo de puente de mas de 70 metros contra la cortina fue tremendo , he hizo un gran “portillo” – abertura- de mas de 40 metros en la cortina de la presa , quedando los demás trozos del puente varados a unos 300 metros presa abajo El agua aun siguió pasando a raudales por varios días , imposibilitando el paso del Rancho del torreón a la villa de Lerdo . Los análisis posteriores del desastre del puente indicaron la lógica de que un puente tan pesado y colocado a tal altura , tarde que temprano se lo llevaría el río, sobre todo al estar soportado por tan frágil “estacado” . Estos fueron los argumentos del litigio que luego se suscitó entre la casa Ralf Sommer y el Ferrocarril Central para el pago de los daños ocasionados por el puente a la presa del torreón. La compañía ferroviaria mando peritos para defenderse quienes argumentaban que fueron los árboles arrastrados por la corriente y no el trozo de puente quienes causaron los daños en la cortina., pero ello se comprobó que era falso. El pleito fue ganado finalmente por la Rapp Sommer , dueña de las tierras y de la represa , y el ferrocarril tuvo que pagar los daños .
Venta de los primeros terrenos de la villa del Torreón El primer terreno -una manzana completa- se enajenó el 20 de enero de 1888. Lo vendió Andrés Eppen por 300 pesos, a su hijo Jesús . El segundo fue para un compadre suyo, Librado Banda. Otros de los primeros compradores se llamaban Saturnino L. Lozano, los hermanos Galván, Hugo Frankee, el propio ingeniero Wulff, Andrés Reyes, el coronel Carlos González, A.C. Michaels, J. Breier, A. Hackmack, Julio Beggs y Bruno Harher. El precio de los terrenos osciló desde los 57 pesos hasta aquellos 300 . Andrés Eppen donó nueve de esos terrenos para fines de interés general : el 31-C lo fue para que allí se construyera el templo de Guadalupe ; los cuatro de la manzana 34 se destinaron a la Plaza de Armas y los de la 32 al Mercado. Los grandes terrenos se fraccionaron en seguida, y empezaron a fincarse sus casas mientras la localidad se veía cada vez más poblada al paso de los meses.
Y llegan los primeros chinos…….. Hacia el año de 1848 China vivía tiempos de conflictos bélicos ocasionados por el contrabando , producción y distribución del opio , y fue por ello que muchos de sus habitantes optaron por dejar el país en busca de mejores tierras. Y así empezó la migración de Chinos – básicamente cantonéses - hacia lugares como Cuba , Panamá , Perú y sobre todo la región de California en los Estados Unidos , en donde apenas hacia un año se habían independizado de México y habían encontraron grandes yacimientos de Oro que atrajeron a millares de gentes. Para 1888 Estados Unidos se dio cuenta de que tan solo en la región de California ya había mas de 300 000 chinos , que les estaban quitando el trabajo a los Norteamericanos , y por ello prohibieron la entrada de mas Chinos a su país, Fue entonces que Porfirio Díaz decide invitar a los Chinos para que pueblen zonas desérticas de nuestro territorio, allá donde la población Mexicana difícilmente se aventuraba .En pocos años los Chinos ya habían formado importantes asentamientos en Mexicali , Mazatlán , Tampico , Chihuahua y Torreón en donde sus miembros resultaron ser altamente productivos y benéficos para el país , pues eran ordenados , trabajadores, disciplinados y muy buenos para el comercio . En pocos años los asentamientos chinos ya habían establecido el cultivo del algodón en el valle de Mexicali y el henequén en Yucatán , y tendieron vías férreas en Sonora y Baja California De los trenes que pasaban llenos de carga y de pasajeros, un pasajero-vendedor, a tanto de pasar por esta nueva población del Torreón, vendiendo en dos canastas sus artículos y curiosidades chinas, que eran sumamente apreciadas, tanto por los pasajeros, como por los primeros residentes, así como por los habitantes de las rancherías y haciendas laguneras, decidió quedarse y establecerse en la Estación del Torreón, por ver el progreso con que se desarrollaba día con día, impulsado más que nada por la llegada de otro sistema ferroviario, el del Ferrocarril Internacional, que correría de Ciudad Porfirio Díaz (hoy Piedras Negras), hasta la ciudad de Durango. Era el año de 1888. Este nuevo residente, comerciante y pintoresco personaje llamado "Foon Chuck", fue invitado y animado por el propio fundador de Torreón, Don Andrés Eppen, quien lo animó a que aquí se estableciera y abriera un restaurante y un hotel junto a la propia estación del ferrocarril, como así lo hizo en el año de 1890. Lo realizó con tanto éxito y entusiasmo, que en un mismo edificio de madera, instaló el hotel en la planta alta y en la baja el restaurante, consiguiendo luego la concesión para abrir un servicio de esta misma naturaleza en las demás estaciones del Ferrocarril Internacional. Al llamado de “Foon Chuck” vinieron gran cantidad de chinos, que habían sido expulsados de Estados Unidos y que radicaban muy precariamente en Mexicali, Guaymas, Mazatlán, Chihuahua y Tampico, y otros mas que sufriendo enormidades se fueron a trabajar en la construcción del Ferrocarril de Tehuantepec , en las haciendas henequeneras de Yucatán ó en las cafetaleras de Chiapas y Tabasco , quienes gustosamente se dirigieron a Torreón para trabajar en los hoteles y restaurantes del dinámico señor Foon Chuck . Al ver Foon Chuck la gran cantidad de compatriotas que llegaban con la ilusión de un trabajo, decidió ayudarlos ofreciéndoles trabajo, para lo cual consiguió, primero en arrendamiento y después en venta toda una sección de terreno, donde se dedicaron al cultivo de hortalizas, así como restaurantes, cafés, lavanderías y tiendas de abarrotes, lo que le dio a Torreón una nueva fisonomía y ambiente cosmopolita , ambiente muy desconocido en otras poblaciones de la república. Los Chinos eran muy característicos en su modo de ser y de vestir a su tradicional usanza de un blusón de seda china, un rústico pantalón de manta, sandalias y el pelo recogido en una apretada trenza que les caía hacia atrás. Entre los compradores de terrenos de segunda y tercera mano -que muy pronto los hubo- figuraban los italianos Antonio Bosi y Juan Pangrasi, quienes fundaron la primera cantina y casa de juego, y los estadounidenses Carlos Jones, Guillermo Harving y Juan Guanning, quienes se proponían construir un hotel. Hubo otro empresario hotelero ya desde entonces : Pedro Michou, fundador del Hotel Francia. De Mapimí llegó luego el primer industrial, Adolfo Aymes, el cual en marzo de 1888, adquirió, a cambio de 499 pesos, un terreno contiguo a las vías férreas donde estableció su fábrica de hilados y tejidos de algodón “La Constancia” , la cual contaba con más de 100 obreros y a la que un año después, el gobierno de Coahuila exento del pago de contribuciones por 10 años. Al tiempo aparecieron nuevos capitalistas promotores de la compañía manufacturera “La Alianza” , quienes, ese mismo año compraron por igual cantidad , una manzana completa en la que levantaron su fábrica de jabones y aceites vegetales. Tan buenos augurios se podían hacer del crecimiento y la riqueza de la "Estación del Torreón" que, dos años después, el Congreso y el gobernador del estado expidieron el siguiente decreto: José María Garza Galán, Gobernador Constitucional del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila de Zaragoza, a sus habitantes, sabed: Que la H. Legislatura del mismo ha expedido el siguiente decreto: "El XI Congreso Constitucional del Estado de Coahuila de Zaragoza decreto: Número 356. Artículo Único.- Se exceptúa por ocho años del pago de contribuciones del Municipio y del Estado a todos los vecinos de la congregación del Torreón. y a los que nuevamente se avecinen en aquel punto; conceptuándose dicho término desde la publicación de este decreto, y exceptuándose de esta gracia los impuestos de tabacos y licores, que se cobrarán conforme a las leyes respectivas. Dado en el Salón de Sesiones del Congreso del Estado, Saltillo, 22 de noviembre de 1890.- Fortunato Santos diputado presidente.- Julio Martínez, diputado secretario. Llegaba tanta gente a la "estación", entre ellos gran cantidad de Chinos y empleados del propio ferrocarril que en abril de 1892 los colonos recibieron del gobierno estatal, a los primeros jueces que habrían de dirimir oficialmente las diferencias En el tema de la llegada de los primeros jueces a Torreón existen 3 versiones acerca de “quien fue el primero” en llegar , pudiendo dirimirse las dudas si consideramos que quizá todos llegaron a Torreón… pero en diferentes fechas: La primera nos la dice D. Pablo C. Moreno en su "Torreón a través de sus Presidentes Municipales" , afirmando que en 1888 el Gobernador del Estado de Coahuila Coronel D. José Ma. Garza Galán, nombró Juez Auxiliar del rancho o Congregación El Torreón a D. Epitacio Morales Díaz y duró en el cargo hasta 1890. Agrega Pablo Moreno, que ya antes habían ocupado el cargo Don Matías Andrade, D. José Banda, D. Francisco Javier Arellano, D. Leonardo Luna y D. Mateo Goitia. Durante esa mismo lapso de tiempo, de 1888 a 1890, fungió como Jefe de Cuartel de la Congregación de El Torreón, Don Francisco Javier Arellano.
Desde
luego que este rancho o Congregación de El Torreón, pertenecía legalmente al
Municipio de Matamoros de la Laguna, Coahuila.,, del que fue separado junto con
algunos ranchos que luego se mencionará para formar el Municipio de Torreón en
1893. Una tercera versión nos dicen que el primer magistrado que llegó a Torreón fue el Lic. Juan Casillas García, quien venía de parras , y llegó a estas tierras en 1898 a pedido expreso de Don Francisco I. Madero, quien le pidió que viniera a Torreón a poner un poco de orden pues había demasiado vandalismo en la ciudad . Don Juan Casillas fue recibido aquí por Don Joaquín Serrano y Don Andrés Eppen. De lo que no tenemos duda es de que a falta de prisión en donde recluir a los presos, todos los reos penales eran enviados a Matamoros, donde se les seguían sus causas. Apareció luego la oficina de los correos y una escuela elemental para niños varones. Por fin, llegó a ser tanta la gente que afluía a Torreón -miles ya-, que una comisión de vecinos dirigió al gobernador del estado la solicitud de que se dotara de personalidad política oficial a su "congregación". La respuesta llegó muy pronto: por decreto del 24 de febrero de 1893, el Congreso de Coahuila y el gobernador Garza Galán -a quien refrendó en esto, seis meses después, su sustituto José María Múzquiz elevaron la localidad a la categoría de villa y cabecera municipal -separándola del municipio de Matamoros de La Laguna, con disgusto de las autoridades de éste. En octubre, el jefe político de Parras y Viesca, general Feliciano Zermeño, designó e instaló el primer ayuntamiento: lo presidía Antonio Santos Coy , rico terrateniente de Saltillo y liberal recalcitrante -era cincuentón- que siendo joven, había ayudado mucho y de su peculio las operaciones de los generales Vidaurri mientras fue liberal y, Zuazua , Viesca y Zaragoza cuando fue republicano y quien incluso sufrió prisión por oponerse al imperio de Maximiliano. El flamante gobierno municipal erigió luego una escuela para niñas y una oficina para expender el timbre fiscal, mandó empedrar la Avenida. de Iturbide -también conocida como Calle del Ferrocarril-, organizó la primera gendarmería y supervisó la construcción, ya de cal y canto, de la estación de los ferrocarriles con que se sustituyó el galerón de tablas que los recibió primero. A Santos Coy tocó expedir, el 13 de febrero de 1909, el acta de defunción del fundador de la villa, Andrés Eppen, fallecido ese mismo día . Para entonces, Santos Coy fungía además de cómo presidente municipal , como "juez del estado civil", administrador del Casino de Torreón -que él fundó- y activo comerciante. Santos Coy gobernaba, pues, sobre los 3 969 habitantes de la villa y los 11 373 del municipio. La cárcel preventiva, estaba en la estación de los trenes sobre una de las vías de patio y era un mero furgón que por un error fue arrastrado un día de 1894 por el convoy de Jimulco, con gran alarma del regidor Epitacio Morales y con el regocijo de los reclusos, que desilusionado creyeron que iban a alcanzar la libertad . La gestión del antiguo enemigo de Maximiliano- Santos Coy- termino cuando se llevaron al cabo las elecciones municipales el 1º de enero de 1894, y en las que de resultó electo presidente el coronel Carlos González Montes de Oca . Éste era un rico terrateniente y, después de Eppen, se reveló como el primer fraccionador de Torreón. Para impulsar el desarrollo de la Villa, solía ausentarse de los menesteres estrictos de la presidencia municipal, donde lo sustituía el regidor Francisco A. Villanueva , nativo de Mapimí y padre del que sería eminente urólogo mexicano don Aquilino Villanueva , quien acabó por ocupar él mismo la presidencia municipal entre 1895 y 1898. El periodo del coronel González fue, con mucho, el más difícil de los primeros lustros de Torreón. La sequía de entonces fue tan absoluta que 1894 recibió de vecinos y rancheros el apelativo de año del hambre. El gobierno de la Villa dejó de percibir todos sus ingresos, tanto los impuestos como los voluntarios, al grado de decidirse a adoptar, en la sesión del 2 de enero, una medida que nadie esperaba y que a muchos puede haber parecido del mal agüero: En seguida -dice el acta de esa sesión- el señor Presidente municipal hizo presente la escasees de fondos en el Erario Municipal para atender los gastos indispensables. Es necesidad ver la manera de procurar un préstamo para lo cual se pide la aprobación de los señores Munícipes, la que por unanimidad fue concedida, facultando al señor Presidente para que se arbitre los fondos necesarios para cubrir la primera quincena y aún la segunda si fuere necesario. No era el gobierno el único sujeto de la precariedad: mucho más la sufrían los peones y los obreros del lugar, los cuales, desesperados, se amotinaron poco después para agenciarse qué comer y dar alimentos a sus familias. Al regidor Villanueva tocó "reducirlos al orden y, en seguida, organizar con ellos cuadrillas de empedradores a los que se pagaba una jornada seguramente muy larga tan sólo con la magra ración que los tenía aún vivos. La hambruna de 1894 quizás llegó a pesar mucho en el recuerdo de tantos indigentes como se rebelaron en 1911 para despojar a los chinos, y para vengar en esos inocentes su frustración y su miseria. En septiembre de 1894 , el regidor Villanueva echó de ver la falta de un cementerio: así pintarían las cosas; y convenció al patriarcal Andrés Eppen de que la casa Rapp-Sommer-Hermann cediera a la ciudad los terrenos para hacerlo. Para 1895 volvió a llover en la comarca, el Nazas sonó otra vez y los hambrientos aliviaron su tribulación. Nuevas elecciones -en las que seguramente sólo votaron personas "notables"- pusieron en la presidencia municipal a Francisco A. Villanueva. Los tres grandes grupos de haciendas de por allí, la de Torreón, las de La Concha y las de Jimulco, emplearon de nuevo a mucha gente y volvieron a abonar contribuciones al fisco. La población de la villa llegó entonces a las 13 000 personas. La Plaza de Armas quedó por fin apisonada, aunque lodosa, y se abrió el juzgado de letras y el registro público de la propiedad, en tanto que un yerno de Eppen, Julián Lack, abría su gran almacén misceláneo y el gobierno estadounidense destacaba el primer cónsul extranjero de La Laguna: un individuo apellidado “Poston” Pero el hambre acabó nomás para que la viruela empezara: en la hacienda de Tlahualilo trabajaban 700 peones negros, estadounidenses, quienes en 1895 estaban ya todos enfermos; los hacendados los arrojaron de su propiedad para abandonarlos en Torreón y el presidente Villanueva, con la ayuda de Poston, se apresuró a enviarlos por ferrocarril expreso a que los curaran del otro lado del río Bravo (USA) En el último año de su gobierno, Villanueva vio surgir el primer. teatro, “El Herrera”, al que siguió de inmediato el teatro “Ricardo de la Vega” . No faltó tampoco un promotor inicial de la cultura académica, el profesor Delfino Ríos quien habría de ser cronista y severo juez de la matanza de chinos , a mas de ser el fundador y director - jefe de redacción, reportero y todo- de los periódicos Diógenes y El Porvenir de Torreón, impresos en la rudimentaria prensa del recién llegado Alberto N. Swàin, cuyos “tipos” (letras) eran todos de madera y labrados por él mismo , quien curiosamente había fabricado…. “solo letras minúsculas” También correspondió a Villanueva inaugurar el Mercado Municipal llamado "El Parián" , sobre terrenos que se adquirieron, por permuta, de los propietarios Wulff y Hartzer, al tiempo que llegaban a la villa sus primeros médicos: Juan Lara, Pedro Aguirre Valdés, Francisco A. Valdés, David Ríos Zertuche, Walter Neumann, Luis Pasquier y uno chino: el doctor Walter Sam Lim, cantonés, al parecer formado en Estados Unidos, convertido al protestantismo y futuro testigo y víctima del saqueo y sobreviviente de la matanza de 1911 . También alcanzó Villanueva a supervisar la construcción de la nueva sede del gobierno municipal, la cárcel contigua y el cuartel de la guarnición federal, cuyo edificio significó una erogación de 4 000 pesos. Por último, el 31 de marzo de 1898, el activo Villanueva se dio el gusto de inaugurar, ya embaldosado, con su kiosco y sus bancas de fierro, el zócalo de Torreón, al que bautizó como Plaza del 2 de Abril en honor de don Porfirio , a cuya inauguración asistió Don Luis M. Navarro Garza, quien, a la vuelta de un año, se convertiría en sucesor del presidente Villanueva. Navarro se reeligió seis veces (1898, 7899-1905). Entre lo primero que entregó al uso de la comunidad estaba el cementerio municipal. No bien había ocupado su puesto cuando ya abrían sucursal en Torreón el Banco de Coahuila, el de Londres y México, el American Bank, el Agrícola Hipotecario, el Mercantil de Monterrey y el de Nuevo León. Un rico comerciante chino recién establecido en la villa, el cantonés Foon Chuck, era dueño de una gran huerta cuyos terrenos arrendaba a las afueras, en el llamado "rumbo del Pajonal" -donde trabajaban exclusivamente los primeros colonos chinos de Torreón- . Foon Chuck llegaría también a dirigir una institución de ahorro y crédito: el Banco Wah Yick" Los empresarios del Ferrocarril Internacional -capitalistas estadounidenses- realizaron en ese año de 1898 el sueño dorado del ex-gobernador de Durango Francisco Gómez Palacio, quien ya no vivía para celebrarlo: prolongaron la línea que venia de Ciudad Porfirio Díaz y Torreón hasta la ciudad de Durango, con lo que esa capital quedó unida al sistema ferroviario nacional y el estadounidense -en la estación de Eagle Pass, Texas. Así pues, los ferrocarriles Central e Internacional ya no sólo se empalmaban en Torreón, sino, que se cruzaron para convertir la villa en mercado y puerto de los productos agrícolas y mineros duranguenses, lo que dio lugar a que prosperara aún más la economía torreonesa y a que su población aumentara aun mas . Por concesión del gobierno federal a favor de un extranjero apellidado Lilliendhal, un ferrocarril más se perfilaba ya desde Saltillo para atravesar también Torreón y comunicarla con la costa del Océano Pacífico. Otro concesionario de ese año, pero por parte del gobierno de Coahuila, fue Manuel José Othón, representante de un grupo de accionistas interesados en establecer el servicio de tranvías entre Torreón y Ciudad Lerdo. Al presidente Navarro correspondió también asistir entonces a la apertura de la fábrica de jabones de un Joaquín Serrano y a la de las fundidoras de fierro de otros dos extranjeros: W. M. Walker y J. D. Groesbeck. Las lluvias benignas y el trabajo de miles de peones hicieron aumentar la producción algodonera por encima de cuanto esperara el más optimista, para hacer con ella la fortuna de los propietarios de las haciendas laguneras y la de sus administradores e intermediarios. En 1901 el algodón en paca sobrepasó las 4 000 toneladas y la semilla las 12 000: los bancos de Torreón se henchían de dinero. El mismo Joaquin Serrano, junto con otros socios, aprovechó entonces para instalar una nueva fábrica de hilados y tejidos, La Fe, célebre desde su apertura -dejando aparte las ganancias que reportó de inmediato a los accionistas- por la curiosa fachada "mozárabe" de que la dotaron sus fundadores. Para 1898 Joaquín Serrano , Rafael Aguirre y José Farjás fundan la Cía de Luz Eléctrica de Torreón , además de los tranvías eléctricos que Manuel José Othón ( autor de el “ idilio salvaje ” ) había promovido para un licenciado Sariñana y sus socios Signoret Torres, Ruiz Lavín y Zurita. Después se verá que el próspero Foon Chuck no se quedó atrás en esto y echó a rodar poco más adelante sus propios tranvías, los de la Compañía Wah-Yick. Para entonces en el municipio de Torreón se congregaban ya más de 23 000 personas. Casi al mismo tiempo se vio surgir la plaza de toros y un nuevo agente consular de Estados Unidos, Jorge C. Carothers (futuro testigo indirecto y pesquisidor extraoficial de la matanza de chinos, y después representante del gobierno de Wilson ante Pancho Villa). Era tan intenso el trafico de Torreón con sus vecinas que otro oportuno capitalista, don Ascensión Galván, salió a relucir con las decenas de teléfonos que instaló allí y en Gómez Palacio, Ciudad Lerdo, Mapimí, San Pedro de las Colonias, Viezca y Matamoros todos comunicados entre si. Un largo telégrafo unió también Torreón con la capital de la república, lo mismo que con Saltillo, Ciudad Juárez, El Paso y muchos otros puntos. Por fin, en 1905, se compraron los predios para erigir la fábrica más considerable de cuantas albergaría la ciudad en los días de la matanza: la Continental Mexican Rubber Company, cuyos propietarios, ninguno de los cuales era mexicano, tenían decidido exportar semi-industrializado, el guayule de la comarca (hierba arbustiva nativa de las regiones áridas del norte de México de la que se extrae el “caucho” , “guayule” o “hule” y muy usado para la fabricación de llantas) Para entonces, el impresor Swain había conseguid superar el precario estado con que empezara a ejercer su oficio y, con las prensas y cajas tipográficas modernas que se agenció, pudo fundar en 1900 la “Imprenta Dramática” a la que hacía competencia “El Águila de Oro” ; entre ambas dieron a la luz pública una serie de periódicos, además de innumerables carteles y hojas sueltas de propaganda comercial, y muchos "esqueletos" de papelería administrativa. De sus prensas surgieron luego: Diógenes, El Prístino, y El Martillador , The Torreón Enterprise y la Revista Escolar. Si los presidentes municipales Santos Coy, González y Villanueva habían trabajado sin cobrar sueldo alguno, por el honor de ocupar un puesto público, Luis Navarro prefirió que ese romántico precedente no prevaleciera sobre la realidad prosaica: a partir de 1902, en virtud de las gestiones que él promovió, el cargo de presidente municipal de Torreón devengó un salario de 75 pesos mensuales. ( ¡¡y nacieron… los políticos!!) Al mediar el periodo de Luis Navarro, las calles del centro y algunas de la periferia ya estaban empedradas; lo que a casi todas les faltaba aún era ponerles el nombre. Fue así que el presidente municipal decidió entonces dotar las avenidas que corrían entre el este y el oeste con el nombre de los héroes de la Independencia y la Reforma, y las calles que corrían entre norte y sur con el de coahuilenses ilustres. Y así aparecieron las avenidas de Hidalgo, Ramos Arizpe, Morelos, Matamoros, Allende, Abasolo, Juárez, Ocampo y Zaragoza, y las calles de José María Viesca, Melchor Múzquiz, Antonio Valdés Carrillo, Victoriano Cepeda, Santiago Rodríguez y Anacleto Falcón. El coronel González, uno de los últimos propietarios de la Hacienda del Torreón, se decidió entonces a abrir nuevos fraccionamientos, empresa que imitó el rico Joaquín Serrano. Los recién llegados encontraron luego muchos terrenos que arrendar en las colonias Reforma, González Ortega, Santa María, Torreón Nuevo, San Marcos y Zaragoza. Los fraccionadores no desaprovecharon la oportunidad de mostrar su desprendimiento: Serrano donó una manzana completa para plantar “la alameda” y González vendió a medio precio otra manzana para construir el palacio municipal. En todos los trabajos de urbanización siguió distinguiéndose, como siempre, el ingeniero Federico Wulff." En julio de 1901, un grupo de acaudalados accionistas mexicanos y extranjeros abrió otra impresionante industria de Torreón: la Fundición Metalúrgica. Esta fábrica contaba con ocho grandes hornos y era, en ese momento, las más moderna de todo el país. Se alimentaba con la producción de seis minas de Chihuahua, Coahuila y Nuevo León, y que beneficiaba plomo argentífero (plomo con plata) . En 1904, la Fundición Metalúrgica de Torreón produjo 201 712 toneladas de metal fino; para entonces, su capital social alcanzaba los 5 000 000 de pesos. En su consejo de administración figuraban Ernesto y Evaristo Madero -respectivamente, tío y abuelo del futuro líder de la revolución-, el coronel González y Joaquín Serrano. Los empleados de esta industria debían de sumar ya varios centenares. Pero no todo era trabajar. Durante la presidencia de Navarro, los vecinos de Torreón que podían pagarse un recreo dejaron de aburrirse: las corridas de toros se volvieron espectáculo regular, incluso con diestros españoles, como el sevillano Antonio Fuentes, que alternaban con matadores autóctonos a cuál más vitoreado y popular, entre los que sobresalían, allá mismo, en Torreón, Saturnino Frutos "Ojitos" -el maestro de nadie menos que Rodolfo Gaona- y Nicanor Villa "Villita . Y no paraba en toros la cosa: el "Capitán" Máximo Magallanes organizaba todos los fines de semana tandas variadísimas, una mezcla de lo más heterogéneo, que eran muy concurridas en un famoso corralón de la calle de Valdés Carrillo: se hacían remedos de la tauromaquia, se echaban gallos a pelear, se celebraban combates pugilísticos, se cantaba y se bailaba, se representaban escenas chuscas y se servían antojitos, y el público presenciaba además carreras de caballos, jaripeos y exhibiciones de acrobacia. En el Teatro Herrera, la multitud se admiraba de los autómatas que Rosete Aranda hacía "vivir" y llegó a regalarse con la voz de la gran Luisa Tetrazzini. Con todo, a pesar de tanta diversión, el cinematógrafo tardaba en llegar Las escuelas primarias se multiplicaron tanto como los centros de recreación. Al Instituto Hidalgo del profesor Delfino Ríos se sumaron la Escuela Oficial de Niños Número Uno, dirigida por el profesor José C. Cadena -un homónimo del cual, o quizás él mismo, dueño de la fábrica de camas La Vizcaína, arriesgaría su vida para salvar, el último día de la matanza, la de 20 lavanderos chinos- y el Colegio Torreón, del profesor José Gálvez, y todavía las escuelas oficiales Número Uno para Niñas y Número Dos para Niños, que gobernaban, respectivamente los profesores Zoraida Garza Aldape y Praxedis Sánchez. En 1905, el municipio gastaba 31 757 pesos tan sólo en materia de educación. Las finanzas públicas de Torreón, con lo mucho y lo rápido que crecía la villa, y con los servicios que debía proporcionar el gobierno del municipio, pronto se volvieron deficitarias. Al iniciar su gestión como presidente municipal en 1906, el licenciado Benito Flores encontró que la deuda pública ascendía a 6 000 pesos, en tanto que las arcas guardaban sólo 1 800 dado que la exención general de impuestos prevalecía en casi todo con excepción de : los licores, el tabaco, los espectáculos. En la esquina de la Avenida Juárez y la Calle de Valdés Carrillo, el exitoso Foon Chuck y sus socios chinos -no aceptaba otros- levantaron un suntuoso edificio, sede de la Compañía Bancaria y de Tranvías Wah-Yick y de una institución nueva que no habrá dejado de sorprender a los vecinos: la Asociación Reformista del Imperio Chino, un club político liberal en el que los cantonéses ricos de Torreón y otros que no lo eran tanto discutían la manera de apoyar las iniciativas de Kang Yu Wei y, después, las rebeliones de Sun Yat Sen. Para entonces, la colonia china era ciertamente de las más prósperas y sobresalientes . Se daban a notar los orientales, primero por su aspecto y por su idioma, pero también por su número -ya que probablemente rebasaban los 500, lo que representaba 3.5% de los 14000 habitantes de la ciudad-. Los chinos –casi todos varones- obtuvieron gran éxito en sus restaurantes, sus hortalizas, su lavandería y sus tiendas de ropa y abarrotes. Y estos debieron de haber empezado a llegar a Torreón poco después de la constitución de la Villa (1893) , procedentes de Mazatlán y Manzanillo, aunque también pueden haber llegado algunos de la ciudad de México. Su espíritu gregario, lo indefensos y ajenos que habían de sentirse, y su propia conveniencia comercial los llevaba a presentarse casi siempre en pequeños grupos, costumbre que los hacia aún más de notar." La colonia China de Torreón, entre todas las que albergaba el país por aquellos años, constituía un caso aparte: probablemente era la más numerosa y también la más próspera. Era tan importante que el ilustre y admirado Kang Yu Wei le dedicó una atención muy especial . Desde que la emperatriz Tsu Si - asestó el golpe definitivo a la "Reforma de los Cien Días" de 1898, Kang Yu Wei, que logró apenas escapar del patíbulo, se dedicó afanosamente a reunir fondos y adhesiones para liberar al emperador Kuang Su y restaurar su poder; así nació la Asociación Reformista China, que muy pronto contó con filiales entre los emigrantes de muchas ciudades extranjeras. Kang Yu Wei visitaba con frecuencia esas filiales -los recursos que al principio llegó a recabar, desde Hong Kong, resultaron insuficientes- y en 1902 decidió integrar junto con prominentes empresarios chinos establecidos en el Canadá y Estados Unidos, la "Corporación Comercial": el objetivo de esta nueva institución consistía en realizar inversiones lo más redituables posible y en todo el mundo para sostener con sus utilidades -y expandirlos- los trabajos de la Asociación Reformista. ° Los chinos prósperos de Torreón estuvieron siempre muy pendientes de esas actividades y, en 1903, fundaron una filial más: aquella Asociación Reformista del Imperio Chino presidida desde el primer día por el insustituible Foon Chuck . Entre sus fines figuraba el enlazar a los chinos del norte de México. Esta filial llegó a contar incluso con una imprenta de caracteres chinos, con la que de seguro difundía sus proclamas, convocatorias e informes, y que por último sirvió para alertar -inútilmente- a los miembros de la colonia respecto del inmenso peligro que llegaron a correr en Torreón." En 1906 Kang Yu Wei vino a México y pronto identifico cual era la comunidad china más importante: no tardó en apersonarse en Torreón y establecer allí lo que parece haber sido el centro de su influencia material y moral. Aprovechando el alza vigorosa que experimentaba la propiedad inmueble Torreonesa Kang invirtió fuertes sumas -extraídas de su patrimonio personal- en ese tipo de especulación, el resultado de lo cual fue que, al revender un número considerable de manzanas quedaron en manos de compradores chinos y Kang extrajo una importante ganancia a favor de la Asociación Reformista. Las cuadras así enajenadas se localizaban al este de la ciudad, en un sector donde no se habían fincado sino poquísimas viviendas en esa área empezaron en seguida a cultivarse y a prosperar las "huertas chinas". Uno de los compradores de Kang Yu Wei -que llegó a poseer 20 manzanas de la cuadrícula Torreonesa- era la institución que él mismo acababa de fundar: la Compañía Bancaria Chino Mexicana, y que después adoptó, seguramente por asociación con una empresa china de Nueva York, el nombre de Compañía Bancaria y de Tranvías Wah Yick en 1921 . La renta que el banco cobraba por cada cuadra. de hortalizas ascendía a 200 pesos Concesionada por el gobierno mexicano, esta empresa colocó acciones, recibió depósitos de todas las comunidades chinas establecidas en el país, amplió sus actividades en el giro inmobiliario y obtuvo el permiso oficial' de tender y administrar una línea de tranvías que, en 1907, alcanzaba casi 13 kilómetros de largo. Tanto importaba la colonia china de Torreón que al año siguiente de su primera visita, ( en 1907) Kang Yu Wei regresó acompañado del director de la Corporación Comercial, Lee Fook Kee , empresario establecido en Vancouver. Entre los dos reorganizaron el banco, cuya administración quedó en manos de Foon Chuck, en tanto que de los negocios inmobiliarios se encargaba un médico de la ciudad de México llamado Huang Jih Chuck. A pesar de las dificultades por las que ocasionalmente tuvo que pasar, el Banco Wah Yick siguió recibiendo en custodia los ahorros de muchos chinos de México, adquirió terrenos y edificios, emitió más acciones y colocó también las de otras empresas similares de Hong Kong y Nueva York; en 1908, los activos del establecimiento sumaban la nada despreciable cifra de 937 268 pesos Aunque los chinos ricos ó medianamente acomodados, representaban una ínfima minoría dentro del total de los que moraban en Torreón, la prosperidad de la colonia no dejaba de ser ostensible y también “envidiable” . Llamando la atención los grandes almacenes de mercancía muy fina -El Puerto de Shanghái, en Avenida Hidalgo núm. 1112; El Pabellón Mexicano, en Avenida Juárez núms. 1314 y 1316; El Puerto de Ho Nam, en Avenida Juárez núm. 1324; La Plaza de Armas, en Avenida Juárez núm. "00"; los Abarrotes Wing Hing Lung, en la Calle de Mina núm. 62; la Tienda de Yee Hop, en Avenida Hidalgo núm. 412-, por la otra saltaban a la vista establecimientos tan prósperos como la Lavandería de Vapor Oriental -también en Avenida Hidalgo núm. 404-, el Restaurante de Chon Lee -en la Calle de Zaragoza núm. 306- o el Hotel del Ferrocarril -en Avenida Iturbide, muy cerca de la estación-, aparte del Banco Wah Yick -en Avenida Hidalgo núm. 1110- y las ocho huertas, algunas de las cuales abarcaban varias cuadras Por lo demás, entre la gran mayoría de chinos de muy modestos recursos, no se contaba en Torreón a ningún desempleado, ni mucho menos a mendigo alguno. De los 600 y tantos chinos que integraban la colonia en 1911, todos podían ahorrar al menos una pequeña suma de dinero al cabo de algún tiempo de trabajo ; su vida de célibes extremadamente austeros les permitía a todos darse ese lujo . Sobre esa ventaja, que los distanciaba de muchos mexicanos, tenían otra quizás más irritante aun : los patrones chinos de Torreón contrataban sólo a trabajadores de su terruño: era rarísimo que dieran empleo a un mexicano De todos modos, es de notar que, entre las declaraciones de quienes se esforzaron, en 1911, por culpar a los propios chinos de Torreón con respecto al implacable furor que acababan de sufrir, ninguna les achaca el haber sido, “antes del asedio maderista”, ni violentos, ni delincuentes, ni viciosos. Nadie les atribuye regentear ni frecuentar los "fumaderos de opio" ni los "prostíbulos" ni las "cantinas' que tan sistemáticamente saldrían a relucir, pocos años después, durante la campaña nacional anti-china. En 1907, Torreón era ya muy grande, rica, poblada y activa. Acababan de inaugurarse el drenaje, el sistema de agua potable y, lo más importante, gran parte del Hospital Civil. La villa tenía nuevas autoridades: su presidente municipal era Rafael Garza Aldape Quiroz, uno de los futuros colaboradores en las investigaciones y reclamaciones personales a que dieron lugar la matanza y el saqueo de los chinos cuatro años después, y Juan Castrillón ocupaba la jefatura política: a las manos de ambos llegó, el 13 de julio de 1907, el decreto de la legislatura del estado en virtud del cual Torreón pasaba a ocupar la categoría de ciudad. El bando solemne se publicó el 15 de septiembre y ello fue ocasión de grandes festejos. En la estación ferroviaria Torreonesa se trajinaba ya tanta mercancía y circulaban tantos pasajeros que había llegado a constituir la tercera en importancia de todo el país. Siguió pasando el tiempo de Torreón, la ciudad nueva; tiempo de apacible prosperidad para algunos, de agotamiento y privaciones para muchos, y de intensa actividad para todos. Las huelgas que el gobierno reprimía en Sonora y Veracruz en lugar de debilitar el repudio que a tanta gente merecía ya la dictadura, no hicieron sino exacerbarlo. Al tiempo en que Porfirio Díaz se entrevistaba con Creelman, en Torreón salía a la luz un periódico de franca oposición, “Juventud Liberal” que dirigía Enrique Bordes Mangel . Los grandes capitalistas de la ciudad se mostraron entonces partidarios del general Reyes. El 4 de julio de 1909, en el Teatro Ricardo de la Vega, un exaltado mitin corroboró y quiso comprometer a los Reyistas en esa opinión. Un grupo de oradores y políticos famosos había llegado de México para promover la candidatura de Reyes: lo encabezaba Benito Juárez Maza, a quien secundaron -y, según una referencia, superaron en don persuasivo y de agitación- Rafael Zubaren, Jesús Urueta, José Peón del Valle y Heriberto Barrón. De ese mitin, por aclamación, surgió el Club Demócrata de Torreón, que presidió el gerente de la Metalúrgica, don Felicitos Villarreal; entre sus miembros llegó pronto a haber muchos de los conscriptos de la "Segunda Reserva" que instruía un capitán de apellido Isasi . Pero más tardó en nacer el Club Demócrata que en venir a hacerle frente un enemigo que no parecía nada fácil de superar : el Club Reeleccionista de Torreón, integrado por un pequeño grupo de abogados y medianos comerciantes, los cuales, apadrinados nada menos que por el gobierno federal, propugnaban que el poder no quedara fuera de las manos de los "científicos" Limantour, Corral o cualquier otro-, y tenían relación cercana con "científicos' tan importantes como Olegario Molina, secretario de Fomento, y Rosendo Pineda! Faltaba que se manifestara la clase media de la ciudad: los demás abogados y comerciantes medianos y pequeños, los administradores, los profesionistas y los agricultores medianos. Francisco I. Madero era ya conocido y respetado en Coahuila por sus posiciones electorales locales, y estaba tan cerca de allí; en San Pedro de las Colonias, que cualquiera podía comunicarse personalmente con él a través del teléfono." No faltaron en esa clase social, antes bien abundaron los partidarios de Madero: en tales filas formaban ya, desde 1909, el profesor Manuel N. Oviedo y el futuro coronel maderista Orestes Pereyra!' quienes acabarían distinguiéndose -sobre todo el segundo- como testigos cercanos de la matanza de chinos. Una asociación política más vino entonces a terciar en la contienda de Reyistas y corralistas: el Club Anti-reeleccionista de Torreón. La actividad de todos ellos, sin embargo, no trastornó en nada la serena visita de Porfirio Díaz a la ciudad, en octubre de ese año, de camino para entrevistarse con William Taft en El Paso, Texas.~ Si el porfirismo simpatizaba ya tan poco a tantos Torreoneses, una burda maniobra administrativa vino a darle el golpe de gracia en la opinión de la mayoría. El hijo de don Porfirio, un amigo suyo -Fernando Pimentel y Fagoaga y otros influyentes discurrieron organizar la Empresa Abastecedora de Agua y Saneamiento de Torreón para que, en virtud de un oportunismo decreto del gobierno de Coahuila, el municipio quedara comprometido a comprar a esa empresa ciertas obras de tubería. El meollo del asunto estaba en el precio al que la compañía tasó sus servicios, el cual pareció mucho muy exagerado, excesivo, a cuanto hijo de vecino tuvo acceso a esos números, y tanto así que el jugoso decreto hubo de enfrentar la impugnación y hasta la condena airada, no se diga de Reyistas y maderistas, sino incluso del propio líder del Club Reeleccionista, Luis García Letona, quien acababa de participar, muy de cerca, en la maquinación que derribó al gobernador de Coahuila, el Reyista Miguel Cárdenas." La camarilla de los científicos y su anciano presidente hicieron desaparecer al fin al general Reyes del escenario político y muchos de sus partidarios en Torreón se pasaron entonces al Maderismo. Díaz y Corral "ganaron' las elecciones de 1910, y el capitán de los anti-reeleccionistas añadió a las notas de su prestigio el mérito de sufrir injusta prisión. en Monterrey y San Luis Potosí. El disgusto y la agitación de los partidarios de la democracia -gente rica y gente medianamente acomodada- llegaron a ser tan intensos , que según parece, ocultaron a los ojos del gobierno local y de los vecinos propietarios la desesperación de la gente común. Al nuevo presidente municipal, Leopoldo Escobar, un Porfirista ortodoxo, las fiestas Torreonesas del Centenario no lo dejaron ya brillar. El 15 de septiembre, desde el balcón principal del Casino y empuñando la bandera nacional, Escobar gritó tres vivas a México, y la gran multitud lo desafió abiertamente replicando tres veces, también a gritos…. "Viva Madero"."
Hubo
todavía una exclamación más, tan desafiante y airada como la otra, y que probó
ser igualmente cierta. En la Plaza del 2 de Abril, esa noche, algunos
Torreoneses vociferaron la fatídica e ilógica consigna de…..
ALGUNOS DATOS HISTORICOS POSTERIORES A 1910
Torreón fue disputado como bastión estratégico por federales y revolucionarios hasta ser tomado por última vez por Pancho Villa en 1914. Asolado por la epidemia de influenza en 1918 , bombardeado por aviones del gobierno (caso único en el recuento de nuestras pugnas) en marzo de 1929. Y a pesar de las amenazas, el progreso torreones no conoció tregua. En 1931, como signo social que el empeño de la comunicación implica, se construyó, para vincular a Torreón con Gómez Palacio, Dgo. el magnífico puente de acero sobre el lecho del río Nazas. Generosa como sus avenidas y paseos públicos , fastuosa y sobria como sus principales edificios, esta ciudad posee, como símbolos, las constantes de la Fortaleza y la vigilancia. Fuerte fue siempre el monumento del "torreón" que protegía de las asechanzas protagonizadas por los apaches y los comanches . Desde ese Torreón de piedra los antiguos vigías observaban el cauce del río, el trabajo de los agricultores y el avance del enemigo en casos de guerra. Los limites urbanos antiguos de nuestro antiguo Torreón aun sin pavimento eran de la calle Viesca a la Ramón Corona y de las vías del ferrocarril (hoy Bulevar Revolución) al Tajo de San Antonio, (hoy Bulevar Independencia). En el año de 1910, se celebraron las famosas Fiestas del Centenario, la noche del 15 de septiembre, con el solemne acto de inauguración del Casino de La Laguna, que iba a ser, desde ese solemne momento el sitio más elegante y distinguido de toda La Laguna y de Torreón, donde al entrar las más altas personalidades, vistiendo los lujos de su rigurosa etiqueta, llegaban pisando un sitio impresionante por su alfombrado bañado de luz , iluminado con sus candiles y donde relucían los bronces de los pasamanos y escalinatas.
Las gentes
importantes y encumbradas entraban a celebrar en medio de una gran atmósfera
palaciega Porfirista las Fiestas del Centenario , mientras que afuera,
enfrente, en la Plaza de Armas, la población popular celebraba a su manera ,
tronando sus cohetes, y gritando vivas a la patria , a los héroes y a la
Revolución . DATOS ACERCA DE LA REVOLUCIÓN DE 1910 La revolución estalló la noche del domingo 20 de noviembre de 1910 en Gómez Palacio, y hasta donde fueron las fuerzas federales del Coronel Enrique Sardaneta a batir a los alzados que habían tomado la presidencia y la cárcel , y habían echado fuera a todos los presos En Torreón reinaba el temor de que algunos revolucionarios, encabezados por los trabajadores de Peñoles se lanzaran sobre la cárcel a liberar también a los presos, por lo que el Presidente Municipal de Torreón, el Dr. Leopoldo Escobar, había ordenado que si ello así sucedía , sin miramiento alguno se sacrificara a balazos a todos los presos en sus mismas celdas antes de que fueran liberados. Afortunadamente en Torreón no hubo levantamiento alguno y los de Gómez Palacio, en numero de 35, encabezados por Agustín Castro, Orestes Pereyra , Gregorio García , Sixto Ugalde y Benjamín Argumedo, huyeron hacia distintos rumbos regresando victoriosas las fuerzas federales del Coronel Sardaneta, quien al ser recibido como un héroe por las gentes Porfiristas, dijo que "esos ya no volverían a molestar por estas tierras" Como todos los periódicos mexicanos estaban al servicio y el espadón de don Porfirio, ocultando siempre la verdad , en Torreón había una excepción que era un periódico editado totalmente en inglés titulado "The Torreón Enterprise", el que circulaba desde el año de 1900 entre las gentes de habla inglesa , y que informaba en su edición del 8 de Marzo de 1911 que las minas de Velardeña y Asarco suspenderían sus trabajos por la falta de garantías y por la falta de carbón y dinamita, ya que el gobierno había prohibido su transportación, por lo que por tal motivo, gran cantidad de grupos de señoras y familias norteamericanas llegaban a Torreón, para continuar su viaje hacia los Estados Unidos. Las empresas mineras americanas cerraron sus actividades y desocuparon a sus trabajadores, siendo nueve mil hombres nada más entre los de Velardeña y Asarco , mineros que fueron desocupados y suspendidos de su sueldo, por lo que se vieron obligados a tomar las armas de la Revolución, que era el último camino que les quedaba a muchos mexicanos para no caer en la miseria , ya que vivían en la pobreza, la que se puede sobrellevar con mucha solemnidad y grandeza de espíritu. El mismo periódico "The Torreón Enterprise" refiere que una partida de rebeldes tomaron las instalaciones de la Compañía Minera de Velardeña , quienes primero habían tomado Cuencamé y Nazas; donde quemaron todos los puentes del ferrocarril y cortaron las comunicaciones. Igualmente publicaban las noticias tan alarmantes de que por el rumbo de Chihuahua quemaban puentes del ferrocarril entre Santa Rosalia de Camargo y Jiménez , suspendiéndose el tránsito de trenes hacia el norte, ya que tiroteaban a las cuadrillas de trabajadores que acudían a reparar los puentes y las vías. Otras noticias eran publicadas en el mismo periódico, donde decían que la vía de Zacatecas a Torreón igualmente era asaltada por grupos de alzados, encabezados por Mariano López Ortiz, por los rumbos del Cañón de Jimulco , quienes llegaban a las haciendas de Amador Cárdenas, quien recientemente había sido Gobernador de Coahuila y las de Juan Eugenio su hijo, quien había estado de Presidente Municipal de Torreón, a quienes les exigían maíz, alimentos y pastura, pagando siempre el importe de su precio con dinero en efectivo. Las noticias en verdad eran cada vez más alarmantes, informando que de San Pedro a Torreón las líneas del ferrocarril y las haciendas iban siendo atacadas y tomadas una a una por las gentes de Benjamín Argumedo y de Sixto Ugalde, con toda la peonada que gustosa y llena de entusiasmo había ingresado a las filas revolucionarias atacando ahora las propiedades de sus eternos explotadores, de quienes tomaban sus caballos y sus armas, ya que muchos se incorporaron sin cabalgadura y sin arma alguna. De La Alianza salían casi todos los días los trenes militares, góndolas con soldados, tiradores, jaulas con caballos y plataformas con material de vía, tropa para proteger la reconstrucción de los puentes quemados , saliendo todos los días hacia distintos rumbos y regresando los trenes militares por las tardes ó en las noches , con soldados heridos y noticias mal controladas , mismas que inmediatamente se sabían hasta entre los vendedores de agua fresca, y se sabía que San Pedro ya estaba en poder de Benjamín Argumedo , que llegaban a Concordia y se tiroteaban con los federales de Santa Teresa , máximo reducto de los hacendados.
LA MATANZA DE LOS CHINOS Ocurrida en Torreón el 15 de Mayo de 1911
El 16 de septiembre de 1910, durante la celebración del centenario de la Independencia, en la ciudad de Torreón hubo gente que apedreó la fachada de algunas tiendas chinas hasta romper los vidrios de las ventanas y aparadores. El 5 de mayo de 1911, en plena revolución maderista, las ciudades de Gómez Palacio y Lerdo, asentadas en el estado de Durango, aunque tan cerca de Torreón que se podía ir de las unas a la otra en una jornada a pie, estaban ya en poder de los alzados. Entre los jefes rebeldes, que decían reconocer a Emilio Madero como autoridad militar superior, se veía gente que perece haber pertenecido a la clase media comerciante como el coronel Orestes Pereyra, y también personas de origen campesino, pobres y analfabetas, como Benjamín Argumedo. Es probable que esas huestes hayan tenido muy poco tiempo y oportunidad de integrarse disciplinadamente, dado que la toma de Ciudad Lerdo y la de Gómez Palacio no resultaron de campaña militar, sino del hecho de que la guarnición federal dé la comarca se hubiera replegado en Torreón para resistir y para defender el lugar donde se concentraba la riqueza de la región. Ese 5 de mayo, los maderistas que ocupaban Gómez Palacio festejaron la Batalla de Puebla con un desfile y una serie de discursos públicos en los que desafiaban al gobierno porfiriano y censuraban algunos aspectos de su política. Entre los oradores estaba el albañil Jesús Flores, quien peroró contra el grave perjuicio que, a su parecer -que muchos mexicanos compartían ya-, había reportado al país la inmigración china: Flores acusó a los chinos de privar de empleo a los hijos del país, incluso a las mujeres, y como una de las metas de la revolución propuso que se prohibiera del todo este tipo de inmigración. Sin embargo, y a pesar de que después del 15 de mayo circulara una versión en contra, Jesús Flores no llamó a la gente a matar a los chinos. El jefe de la guarnición federal de Torreón era el general Emiliano Lojero, un setentón, y no mandaba sobre más de 700 soldados, entre los cuales había un contingente llamado de Voluntarios de Nuevo León; la voz popular conocía como "amarillos" a estos últimos elementos en virtud del uniforme de caqui amarillo que gastaban. Esos "amarillos" de Torreón no parece que pasaran de los 60 soldados, Es posible que la fuerza de Lojero tampoco estuviera muy amunicionada. El jefe político de la ciudad era un coronel de nombre Francisco del Palacio Desde abril se supo en Torreón que los maderistas se proponían atacar la ciudad. Lojero mandó cavar zanjas y levantar parapetos, y distribuyó su fuerza en puntos estratégicos . A los Voluntarios de Nuevo León se asignó la defensa del costado oriental de las afueras, a lo largo del Ferrocarril Internacional Mexicano y del Coahuila-Pacífico, que se cruzaban allí, y luego corrían paralelos para entrar en Torreón, y también se decidió apostarlos en las casas de las huertas que los chinos cultivaban en ese rumbo , y que la gente llamaba "el Pajonal ", en memoria de una antigua hacienda, en especial las de la huerta Do Sing Yuen, muy grande y rica, y probablemente la más considerable de la comarca. En esa huerta trabajaban alrededor de 40 agricultores y administradores chinos. Al sur de las huertas había, muy inmediato, un establo lechero propiedad de un tal Rafael Garza, y más al sur se levantaba una fábrica de caucho de capital estadounidense: la Compañía Guayulera Continental Mexicana.· En vista de que el número de los rebeldes que amagaban Torreón -quizás mas de 2000- era muy superior al de sus defensores, el jefe político convocó a los comerciantes y empresarios más acaudalados, a los gerentes de los bancos y a los cónsules extranjeros. La reunión se realizó en el local de la Asociación Reformista del Imperio Chino, tal vez por ser uno de los mejores de la ciudad. Entre los asistentes se encontraban ricos comerciantes chinos, como Woo Lam Po y Foon Chuck . Palacio propuso que el comercio más aventajado de Torreón organizara y financiara, con sus dependientes de menos ingresos, un contingente armado que se sumara a las tropas federales en la defensa de la ciudad; más exactamente, "en la defensa de los intereses del comercio". Es probable que Del Palacio haya formulado tal iniciativa de acuerdo con Lojero, - y quizás por instrucciones suyas- . El mismo Lojero pocos días antes había dicho al cónsul estadounidense de Torreón George C. Carothers, quien llevaba 15 años de residir en la ciudad, que los extranjeros avecindados en La Laguna estaban obligados a colaborar con el ejército federal para combatir y aniquilar a los “bandidos" maderistas. Carothers desde luego, se negó rotundamente a promover esa colaboración Parece que en Torreón había ya entonces muchos partidarios de Madero y sobre todo opositores del régimen porfiriano, por esta razón tal vez -así como por lo exiguo de su fuerza- Lojero pretendía dedicar el contingente “del comercio” a defender desde dentro la retaguardia de las tropas regulares contra ataques que pudieran provenir también “de dentro”…como de hecho sucedió. Ninguno de los asistentes aprobó ni secundó la proposición de Del Palacio -después, uno de ellos declaró que incluso lo recibieron "con el mayor desagrado"- , en tanto que los representantes del comercio chino guardaban absoluto silencio, aunque hubo quien se atreviera a disentir expresamente. De ese parecer se manifestó un comerciante llamado Miguel Robledo, oriundo de Ciudad Lerdo y de quien luego se supo como se supo era activo Maderista . Robledo tenia una tienda -quizás de abarrotes- enfrente de El Puerto de Shanghái, y en una casa de su propiedad acabó alojándose -una fuente sugiere que mediante jugosa venta- la nueva Presidencia Municipal de Torreón…. !! Maderista ¡¡ La reunión se disolvió, pues, sin que el coronel Del Palacio lograra su cometido. De todas formas, a los oídos de otras personas, muy probablemente a los de algunos jefes revolucionarios, llegó el rumor de que en el "Club chino" había tratado Lojero de armar a los comerciantes y convencerlos de participar en la reacción anti-maderista Cuando estaba por sobrevenir el ataque de los revolucionarios, la colonia china de Torreón tuvo noticia de algunos atentados contra el comercio ocurridos en otros lugares del país -posiblemente atentados contra el comercio y contra la vida de los chinos-. En vista de la amenaza que significaban esos antecedentes, y para atajar alguna airada reacción defensiva o imprudente por parte de sus paisanos, el secretario de la Asociación Reformista y gerente de la Compañía Bancaria y de Tranvías Wah Yick, “Woo Lam Po”, redactó, imprimió e hizo circular una proclama “en chino” donde advierte a sus paisanos del peligro que podían llegar a correr, y los conminaba a encerrarse en sus casas y a no oponer ninguna resistencia al eventual saqueo de sus propiedades. El sábado 13 de mayo de 1911, hacia las 10 de la mañana, los maderistas de La Laguna iniciaron su ataque contra la guarnición federal de la ciudad. Eran gente de la propia Torreón, pero también mucha de Ciudad Lerdo y de Gómez Palacio, e incluso de otros lugares de Durango y hasta de Nuevo León. Si Emilio Madero no dirigía él mismo las operaciones, es posible que ese encargo haya recaído en los coroneles Orestes Pereyra y Sixto Ugalde, a cuyas órdenes habrían quedado entonces los demás jefes de su clase social y los "cabecillas" de origen campesino. Es de suponer que cada jefe ó cabecilla revolucionario había organizado en forma personal e independiente al grupo de alzados que comandaba – amigos, parientes y acarreados - , para luego todos esos contingentes pequeños unir a fuerzas mayores poniéndose a las órdenes de algún líder superior , que estuviera lo mas cercano al mando supremo de el líder de la revolución como podría serlo Emilio Madero. De todos modos, tal parece que los rancheros que obedecían a Benjamín Argumedo , Sabino Flores o a Agustín Castro no obedecían de tan buen grado cuando las órdenes provenían de jefes diferentes a los que aquéllos estaban formalmente supeditados. En todo caso, así lo demostraron el día 15 de Mayo de 1911 . El ataque se realizó por los cuatro puntos cardinales. Lo que quizás era el cuartel general maderista se situó en el costado oriental, más allá de las huertas, en una casa que pertenecía al rancho de La Rosita -propiedad también de chinos-, donde ondeaban tres banderas mexicanas. A lo largo de ese día, entraron y salieron de esa casa muchos jinetes que, al principio, se habían estado guareciendo en el cauce de unos canales de irrigación. No consta que Emilio Madero estuviera presente. El ataque por el norte fue a lo largo del Cañón de las Calabazas , y por el oeste corrió a cargo del coronel Sixto Ugalde. Entre los atacantes del sur y del este se contaban Benjamín Argumedo, Sabino Flores, Agustín Castro y su gente. Sólo hay datos acerca de los movimientos de este segundo flanco, donde se desarrolló, al parecer, lo más áspero del combate ese día. El fuego de los federales -que respondían al de ambos frentes del ataque revolucionario- se hizo desde las zanjas y parapetos , las casas de la periferia , algunas huertas de chinos , el bordo del ferrocarril, los pisos altos y las azoteas de ciertos edificios y hasta en el centro de Torreón. Entre esos edificios eminentes estaban los del Banco Wah Yick, la Lavandería de Vapor Oriental y el Hotel del Ferrocarril , cuyos huéspedes – chinos en su mayoría- , habían ido a refugiarse junto con los empleados del hotel - que también eran chinos- en la sede de la Asociación Reformista y el almacén de El Puerto de Shanghái. Otro tanto sucedió con inmuebles que no pertenecían e la colonia china, como el Casino de Torreón y los almacenes Buchenau y La Prueba . Más tarde estos lugares fueron identificados como centros maderistas que habiendo permanecido dentro de la ciudad, hostilizaros a los federales disparándoles esporádicamente desde otras ventanas y azoteas, en una especie de guerrilla urbana que llegó a poner a los federales entre dos fuegos. Así pues, ese sábado, por el flanco oriental y sureño del ataque maderista se vio, a toda carrera desde el cuartel general -en el noreste- hasta una loma del sur cercana a la fábrica de caucho, sucesivos escuadrones de jinetes -el primero sumaba sólo siete- y de peones revolucionarios que pasaban gritando y disparando sus carabinas hacia la derecha, contra la línea de los "amarillos" que estaban tendidos a lo largo del bordo del ferrocarril y apostados en las casas de las huertas de chinos. Cuando se hubo juntado más gente , un contingente como de 100 jinetes maderistas rodeó a los Voluntarios de Nuevo León por detrás de un hospital que se levantaba a sus espaldas, en tanto que otros más, desde el cuartel general, cargaban directamente sobre ellos. A pesar del arrojo con que se condujeron los atacantes los pocos morteros con que Lojero contaba hicieron estragos en la fuerza maderista , sobre todo porque los atacantes - jinetes y peones- estaban armados sólo de carabinas y machetes. Sin embargo, en la línea del ferrocarril y en los puestos de las huertas, los maderistas ganaron el campo y forzaron a los "amarillos" a montar y tratar de replegarse de prisa en la ciudad. Los Voluntarios de Nuevo León -que no habían dejado de combatir también con bravura-, al cabo de un breve lapso en el que giraron desconcertados, ocultos en la nube de polvo que levantaban las pezuñas de sus caballos y las balas de sus enemigos, tornaron a todo correr a Torreón y dejaron al grupo de sus perseguidores atrás Un pequeño contingente federal que había resistido a los maderistas desde la huerta Lu Zoc Yuen, antes de abandonar el puesto -quizás ya no para replegarse en Torreón, como hacían los demás, sino sólo para salvar las vidas desperdigándose por ese rumbo-, arrojó sus armas en la noria del lugar, la cual llegó a tener después del chubasco de esa noche más de tres metros y medio de fondo . Las armas no pasaban de siete rifles, de cuatro distintas marcas y modelos -y tal vez de calibre distinto también- , puede ser que los soldados de esa avanzada federal, armados tan improvisadamente –fueran solo 7 voluntarios- Tanto detrás de la línea rebelde, como dentro de Torreón, funcionaron puestos de voluntarios de la Cruz Roja. En el primer caso, la iniciativa de auxiliar a los combatientes provino del vicecónsul británico en La Laguna -avecindado en Gómez Palacio-, H. A. Cunard Cummins, entre cuyos colaboradores había un médico apellidado De la Parra. Este primer puesto de socorros se alzó en los mismos tajos de irrigación de las afueras, sobre el noroeste, y allí estuvo Cummins recibiendo s los heridos maderistas , y parece que yendo él mismo a levantarlos. Dentro de Torreón hubo 3 estaciones de la cruz Roja
La primera de ellas la dirigía el doctor Salomé Garza Aldape, en el número 1615 de la Avenida Hidalgo -a lo que parece, la clínica particular de Garza Aldape-, donde se recibió entre el 13 y el 15 de mayo, hasta 129 cadáveres de chinos . Con Garza Aldape trabajó esos días el doctor Walter J. Lim, cantonés que se había naturalizado mexicano en 1899 y era bienquisto de la gente acomodada de Torreón. Otro puesto de la Cruz Roja, estaba localizado en la Avenida Morelos del Segundo Fraccionamiento de la ciudad, y estuvo a cargo del doctor Adolfo Mondragón, el cual dio cuenta de 75 cadáveres más – todos chinos- que habían sido muertos "á bala". La tercera estación de Cruz roja se hallaba en el sanatorio de un médico llamado José María Rodríguez. Al desalojar las huertas de los Chinos , los Voluntarios de Nuevo León -una tropa al parecer muy disciplinada- dejaron a los chinos que las ocupaban a la merced de los alzados. El combate de ese día cesó con la caída de la tarde, aunque durante la noche se escucharon todavía tiroteos aislados. No hay rastro de que los revolucionarios se hubieran replegado al cuartel general , más parece que muchos de ellos quedaron diseminados en el rancho La Rosita, la huerta Do Sing Yuen y las demás huertas de chinos -que sumaban por lo menos otras siete - entre las que destacaban la de “Lu Zoc Yuen” y la de “Tay Sing Yuen” , diseminados por el monte , ahí pasaron la noche . Un testimonio señala que eran de Ciudad Lerdo los soldados que irrumpieron esa tarde en las huertas. Los guerrilleros forzaron a los chinos a darles alimento y agua -que éstos les prepararon y sirvieron dócilmente- y los despojaron del dinero, armas -muy pocas- y monturas que allí tenían. Con aquellos soldados venía gente menesterosa de Lerdo y Gómez Palacio, incluso mujeres -como una apodada "la Urraca", que había ido a llevar de comer a dos guerrilleros amigos suyos- . Todos los soldados y paisanos, se dieron juntos a la tarea de tomar y llevarse los aperos de labranza y albañilería, y los efectos personales de los hortelanos chinos. Algunos de ellos fueron muertos allí mismo a tiros, quizás por protestar o hacer ademán de resistirse al saqueo; el resto de los hortelanos chinos quedaron secuestrados en una de las huertas, donde los mantuvieron encerrados en un pajar o caballeriza, sin dejarles nada de comer ni de beber. Es posible, sin embargo, que uno que otro hubiera logrado escapar a Torreón y dar allí aviso del suceso a sus compatriotas, porque hay referencia de varios a los que balacearon mientras huían corriendo a través de unos maizales. La noche de ese sábado llovió copiosamente. El combate del domingo 14 de mayo no parece haber sido tan intenso ni tan largo: ambos bandos pudieron haber sufrido muchas bajas el día anterior y otros perjuicios de consideración, en especial los insurrectos. Durante las horas de luz del domingo, los guerrilleros maderistas que había dentro de la ciudad siguieron atacando de manera esporádica -aunque es posible que con más fuerza- a los federales apostados en los edificios altos. La lucha terminó en la tarde y sin que ninguno de los bandos enemigos llegara a prevalecer: los maderistas no habían logrado tomar Torreón y los federales tampoco habían podido salir a derrotarlos. Sin embargo, parece mucho que la línea de combate del sur y el este, a lo largo del tiempo que duró la lucha, se movió al vaivén, y que en algunas huertas chinas volvieron a apostarse los Voluntarios de Nuevo León y que incluso hicieron, desde allí, gran estrago entre las filas rebeldes, para replegarse por fin, como el día anterior, dentro de la ciudad. Los chinos de esas huertas permanecieron en ellas, quizás encerrados. Por la tarde, cesado el fuego, entraron en las huertas otros contingentes revolucionarios conformados principalmente, según una referencia, por gente de Gómez Palacio ; es seguro que había ya muy poco de comer y nada que tomar. Estos nuevos soldados maderistas reunieron entonces a los chinos de cada huerta y empezaron a matar a tiros a unos cuantos; después dispararon sobre el grupo y, por último, mutilaron y asesinaron muy cruelmente a los que aún andaban con vida. Hay testimonios -que no son inmediatos ni de testigos presénciales - que hablan de descuartizamientos a tirones de caballos, y otros mas numerosos, ahora sí testimonios de primera mano, que coinciden en afirmar -sin especificar como aquéllos- la extrema crueldad de que fueron víctima muchos chinos de Torreón." Entre los que sufrieron esa suerte había uno llamado don Juan Maa o Mah, dueño de la tiende El Pabellón Mexicano, que pasaba de los 50 años de edad y gozaba de gran estima entre sus paisanos a -contra su presunto verdugo, como se verá después, se llegó a dictar orden de aprensión. Un ranchero mexicano de por allí -su nombre era Francisco Almaraz- increpó a los revolucionarios por el crimen que estaban cometiendo: éstos lo fusilaron también, en el acto, y lo dejaron tendido entre los cadáveres de los orientales. La mortandad de los hortelanos chinos, sumando los que sucumbieron el sábado 13, el domingo 14 y el lunes 15 de mayo, alcanzó por lo menos a 84 individuos. Las huertas donde hubo más víctimas fueron la Do Sing Yuen -35 muertos-, la Lu Zoc Yuen -19- y la Tay Sing Yuen -19. Muchos de los cadáveres quedaron abandonados a la intemperie hasta el atardecer del día 15, cuando los llevaron a enterrar en la ciudad En la madrugada del lunes 15 de mayo de 1911, alrededor de las tres de la mañana. la guarnición federal de Torreón desalojó la plaza. Su salida debe de haber sido en extremo sigilosa, puesto que ni los sitiadores maderistas ni los vecinos de la ciudad parecen haberse percatado de ella. En todo caso, no hay vestigio de que Lojero participara su decisión -que no sus instrucciones, dado que no había ya alambre por donde recibirlas- a ningún civil, y sí hay, en cambio, muchas referencias de la gran sorpresa que causó su repentina ausencia. A las cinco de la mañana no quedaba en Torreón un solo oficial ni soldado del gobierno. Entre los primeros que lo notaron estaba un recaudador de las rentas del estado, el ex-presidente municipal Villanueva, quien dio aviso a Carothers, el cónsul estadounidense, por medio de unos gendarmes primero, y luego de viva voz. Era inminente la entrada de los maderistas. Carothers aconsejó a los gendarmes, que estaban muy atemorizados, que se despojaran inmediatamente de sus armas y uniformes, y se fueran luego a esconder; a Villanueva lo conservó en su casa -quizás eran amigos- y, tras decirle que "no podíamos hacer nada para remediar la situación, le propuso convocar por teléfono un comité de vecinos prominentes. Ya no les alcanzó el tiempo. Ignorantes del desalojo de la plaza por parte de los federales y, seguramente, estimando que tomar Torreón podía llevarse aún algunos ó muchos días, los principales jefes maderistas habían ido a pasar la noche en Ciudad Lerdo y Gómez Palacio. Los únicos que se quedaron en el amago fueron los cabecillas de los contingentes campesinos: entre ellos estaban Benjamín Argumedo, Sabino Flores y un tal Orduña. Deben de haber sido correligionarios de dentro los que dieron la nueva de que en la ciudad no había ya quien les cerrara el paso. Hacia !as cinco de la mañana del lunes 15 de mayo de 1911, empezaron a entrar en Torreón los maderistas. Eran al principio grupos muy pequeños de jinetes que penetraban al galope y a lo largo de unas cuantas cuadras, deshacían su camino y volvían a entrar, gritando y echando tiros al aire. Muy poco después entraron grupos más numerosos, pero siempre en desorden y sin jefe que dirigiera ese movimiento. Los principales líderes brillaban por su ausencia. Esos guerrilleros que entraron primero -los que perpetrarían la matanza y que, junto con la gente pobre de la ciudad, se daban al saqueo- no pasaron de ser una minoría respecto del total de la fuerza rebelde de la región: un testigo presencial estimó que representaban sólo la quinta parte, tal vez unos 400 revolucionarios Desde el primer instante los soldados revolucionarios se dedicaron a saquear los comercios; además, también desde el primer momento, esos maderistas -ya unidos los de dentro y los de fuera- abrieron la cárcel, pusieron en libertad a todos los presos -muchos de los cuales se les incorporaron- entre ellos un destacado maderista del lugar, el profesor Manuel N. Oviedo, quien a la vuelta de un mes pasaría a ocupar la Presidencia Municipal de Torreón- y prendieron fuego a ese edificio, al igual que al de la Jefatura Política y el de la propia Presidencia Municipal En este último lugar había depositadas, desde hacía meses y como materia de un juicio que aún no se resolvía, unas cajas de botellas de “brandy venenoso” – adulterado- . No faltaron los despistados que se lo bebieran, ni se hicieron esperar los fatales efectos; entonces se difundió la noticia de que el gobierno y los comerciantes habían envenenado el agua y los alimentos de la ciudad. A lo largo de ese día muchos guerrilleros antes de beber agua o probar bocado exigían al vecino que se los ofrecía que lo hiciera él primero. A los grupos de soldados maderistas y flamantes expresidiarios -entre los que no faltaron, con seguridad, personas que habían sido recluidas por razones puramente políticas- se unió cada vez más y más gente pobre de Torreón. Una de las primeras tiendas que saquearon se llamaba Le Prueba y pertenecía a un tal Tomás Zertuche Treviño -conocido de Carothers- . Igual suerte corrió, La Suiza, de Guillermo Peters y sus socios, y todavía muchos otros almacenes más . Los amotinados forzaron de inmediato la entrada de las cantinas, las cavas del Casino y las muy abastecidas del Hotel del Ferrocarril; la embriaguez cundió entonces entre soldados de la revolución, ex-presidiarios y pueblo menesteroso. En el grupo de esas primeras tiendas y cantinas las había que eran también propiedad de chinos, con sus dueños y dependientes escondidos en ellas, los cuales fueron muertos a tiros allí mismo, y vinieron a ser las primeras víctimas de la matanza de ese día. No habían dado aún las seis de la mañana. Los maderistas que encabezaban en bandas distintas y a la deriva, el saqueo -entre los cuales no faltaron algunos jefes menores- Benjamín Argumedo y Sabino Flores ya estaban seguramente presentes a esa hora-, empezaron preguntando, a la gente pobre que los acompañaba, desde qué azoteas habían estado disparándoles los federales, procedían luego a forzar la entrada de las casas que esa gente les iba señalando, y los dejaban entrar en esas casas y tomar todo lo que quisiera, e igual lo hacían ellos mismos. Las casas correspondían siempre a locales comerciales. Hay testimonios que coinciden en afirmar que la gente acabó por señalar, como foco del fuego que recibieron los maderistas en los días 13 y 14, cualquier establecimiento del comercio, especialmente si sus dueños eran “chinos” , incluso en estos casos -que quizás fueron la gran mayoría- se perpetró el saqueo sin mas averiguación. Al tiempo que saqueaban, buscaban a los chinos y los mataban a tiros en sus escondites . A algunos según parece, también a machetazos dado que entre los cadáveres llegaron a verse muchos chinos mutilados , otros los sacaban a la calle a empellones, para matarlos a balazos allí. Además de los efectos portátiles, en esos lugares se desencajó y extrajo los marcos y hojas de las ventanas, las puertas, los quinqués, las arañas de cristal de los techos, los muebles de baño y cocinas, las duelas y aun otros objetos que no podrían considerarse mobiliario. Los cadáveres de los tenderos y empleados chinos eran arrastrados afuera o arrojados por encima de las bardas, y se los dejaba tendidos en la calle. Un testigo de la matanza declaró haber visto incluso cómo unos niños pequeños, mexicanos, venían a patear en la cabeza dos de esos cadáveres. Alguien descubrió que muchos de los chinos llevaban dinero -seguramente el de sus ahorros- en billetes mexicanos y estadounidenses que escondían dentro de sus zapatos. Esa información se divulgó de inmediato y al cabo de muy poco, conforme caían muertos los chinos, la gente se abalanzaba a sus pies para arrebatarles los zapatos y por ende su dinero -que en veces llegó a ser mucho. Por el rumbo de la estación de ferrocarriles -y por muchos otros después- se vio pasar a un individuo que montado en caballo y llevando una bandera mexicana, llamaba a voces a la gente para saquear las casas de los chinos. Hubo después quien declaró haberlo oído gritar : !!A matar chinos, muchachos ¡¡ . Se trataba de un tal José María Grajeda, yerbero y curandero muy conocido de los marchantes y puesteros del Mercado Municipal, donde vendía sus remedios haciéndose llamar doctor. Este Grajeda es la única persona a quien los altos jefes maderistas tomaron preso ese mismo día con el cargo de incitar a la matanza ; al cabo de siete meses todavía estaba encerrado y esperando que se le dictara sentencia. Entre los artículos que los colonos orientales de Torreón importaban de su terruño estaban el té y las "medicinas chinas": no hay constancia de que las vendieran al público, aunque se puede imaginar que por lo menos alguna vez llegaron a hacerlo. Las turbas dispersas que iban saqueando tiendas y cantinas por distintas calles del centro de la ciudad, y asesinando a los chinos que encontraban en ellas, confluyeron cerca del Zócalo alrededor del edificio en que se alojaban las oficinas de la Compañía Bancaria y de Tranvías Wah Yick, el cual era también la sede de la Asociación Reformista del Imperio Chino e incluso tenía una docena de cuartos de alquiler que solían ocupar por parejas, algunos de los empleados chinos de ingresos medianos, como uno llamado Kan Shi Jock, cajero de la Compañía Wah Yick, y otro de nombre Wong Ken Dai, encargado de comercializar los productos de la huerta Do Sing Yuen ambos asesinados allí en la matanza de ese día . El edificio, que era uno de los mejores de Torreón, al grado de alojar tiempo después el Banco de La Laguna, -ya no propiedad de chinos- , se levantaba en el número 1110 de la Avenida Hidalgo. Las turbas se confundieron en una gran muchedumbre que llenaba las calles de seis cuadras. Un grupo de soldados maderistas empezó entonces a romper las puertas de la entrada. La gente vociferaba terribles amenazas y maldiciones contra los chinos. En el interior se escondían los empleados del Banco, los de la Asociación y los inquilinos de los cuartos, más algunos huéspedes y empleados del Hotel del Ferrocarril. Entre todos sumaban unas 25 personas. Todos eran chinos. Muchos de los individuos en quienes podía recaer más fácilmente la culpa ó por lo menos, grandes sospechas de la matanza, es decir soldados y jefes subalternos de la fuerza revolucionaria y aun otros interrogados de ese mismo año, durante las averiguaciones a que dio lugar el suceso declararon haber oído la especie de que los chinos del edificio Wah Yick dispararon sobre los maderistas y pueblo que desde la calle, se les venían encima. No faltó quien afirmara que esos chinos los recibieron - sin haberlos provocado- con un "nutrido tiroteo" por instrucción del general Lojero -a quien dizque obedecían aún -en su ausencia- . Los que produjeron esta última acusación eran precisamente quienes menos inocencia podían alegar. Sin embargo, el investigador que parece con mucho, el más ecuánime de cuantos trataron de esclarecer de modo oficial en ese año de 1911, la forma, las causas y los efectos de la matanza, Antonio Ramos Pedrueza comisionado del presidente interino León de la Barra y simpatizante del Maderismo, -hecho que deja entrever sutil pero inconfundiblemente- , llega a suponer, como posibilidad remota, que alguno de los refugiados del edificio Wah Yick, en un desesperado intento de salvar la vida se hubiera atrevido a disparar contra sus asaltantes algún tiro “en defensa propia”. De cualquier forma, lo cierto es que Benjamín Argumedo, en ese momento y lugar, dio a sus hombres la orden expresa de matar a los chinos…dicho con 3 palabras … !! les mandó matarlos ¡¡… y él mismo lo reconoció, y lo confesó con ingenuidad ante un "juez instructor militar un mes después de la matanza y dando a los maderistas una torpe disculpa El propio juez era maderista de hueso colorado, y muy notorio debió de ser que Argumedo había ordenado matar a los chinos, para que él mismo –Argumedo- se pusiera a dar explicaciones de esa orden ante quien se había propuesto -de entrada- exonerarlo de cualquier responsabilidad. Los mismos testimonios que refieren la idea de la "provocación" de los chinos, y otros que hacen sospechar que la orden de matarlos pudo haber provenido, además, de algún otro cabecilla revolucionario de los tres que interrogó aquel juez -Argumedo, Sabino Flores y Sixto Ugalde - , coincidieron en excusas de que los chinos los recibieron a tiros, mismo "tiroteo" que todas las demás fuentes lo “niegan” -incluso la declaración de José María Grajeda-. Con la orden de matar a los chinos y con el pueblo que clamaba por ello, los soldados de Argumedo irrumpieron en el edificio Wah Yick. Ninguno de sus ocupantes quedó con vida. El crimen se perpetró en las mismas habitaciones donde se habían querido refugiar. Los cadáveres, 24 cadáveres, quedaron amontonados en la calle, y la gente corrió a descalzarlos. Hubo jinetes de la fuerza revolucionaria que lazaron algunos de ellos -entre los que no faltaban mutilados- por los pies, y otros por el cuello, y se los llevaron arrastrando al galope a muchas cuadras de allí. Por ello si la historia de los descuartizamientos con tirones de caballos , fuera ó no del todo cierta , de aquí pudo haberse tomado su origen. A travéz de una de las ventanas del edificio, alguien arrojó a la calle una cabeza humana…. la cabeza de un chino. Después salió rodando la caja fuerte del Banco Wah Yick. Con hachas y hierros y disparos se logró al fin forzar la cerradura; en su interior había guardado mucho dinero, ya en monedas de oro, ya en billetes mexicanos y estadounidenses -la cifra que a este respecto alegó la Legación China en su reclamación sobrepasa por pocos miles los 100 000 pesos. Así salieron también los escritorios, las alfombras, los lambrines de ebanistería, los tinteros de plata, los cartapacios de piel fina, las sillas, las máquinas de escribir, los sillones, las persianas, mucho papel impreso y manuscrito y mecanografiado, y las puertas y casi todo lo que no fuera mero tabique, viga o riel. El río de gente que inundó el edificio fue saliendo con todos esos objetos a cuestas, más otros muchos que había tomado de las últimas habitaciones: ropa interior y de calle, "cajas chinas de escribir", ropa de cama, colchones, cabeceras, almohadas, frascos de "medicinas chinas", cuadros, retratos, frascos vacíos, zapatos y pantuflas, pañuelos y camisas y batas y pijamas de seda, libros en chino, sombreros de fieltro, estuches de anteojos.. El Puerto de Shanghái -el mejor almacén de chinos de la ciudad y tal vez el mejor a secas- colindaba con el edificio Wah Yick. Allí estaban los variados géneros extranjeros, los brocados, los encajes, la seda y prendas diversas de vestir, todas muy finas. Allí se escondían Wong Pack Cuiy, el "dependiente mayor", y sus tres subalternos: Wong Chew Yong, Fang Hong Mow y Leong Ping Toy . Junto con ellos, en El Puerto de Shanghái había ocho chinos más, escondidos también. Ninguno sobrevivió. Y todo lo arrasaron los asaltantes. La multitud volvió entonces a dividirse en bandas. Los que quedaban cargados de bienes ajenos eran relevados en seguida por nueva gente, siempre muy pobre. La orden de Argumedo se cumplió todavía en muchos otros lugares: en la tienda Yee Hop, en El Pabellón Mexicano, en la tienda Wing Hing Lung, en El Dos de Abril, La Ciudad de Pekín, la tienda Zaragoza, El Nuevo Cinco de Mayo, la tienda Quong Shin, El Vencedor El Puerto de Ho Nam, la tienda La Kin Chau... Algunos de tales establecimientos eran modestísimos, como uno que llevaba el titulo de Las Quince Letras Chinas y estaba hecho de tablones que conformaban apenas un cuarto de escasos ocho metros cuadrados. En todos ellos se habían encerrado los propietarios, los dependientes y algunos de los chinos que habían llegado a Torreón "de paso" para Chihuahua, dos o tres semanas antes, y que ya no pudieron salir cuando el asedio maderista interrumpió las comunicaciones. A ninguno perdonó la multitud. Ninguna propiedad respetó. (Del total de los chinos asesinados en Torreón, los pasajeros representaban, cuando menos el 20%. En alguno de esos establecimientos -probablemente fue en uno de los balcones de la Asociación Reformista ondeaba la abigarrada bandera imperial china: en campo amarillo, un dragón azul, transversal, que tiende las garras hacia una luna roja. No faltaron quienes la arrancaran de su asta y la despedazaran en la calle. Ante el espectáculo de la matanza, había gente de la ciudad, especialmente mujeres, que lloraban en las calles dando grandes voces. El vicecónsul Cummins, testigo presencial de lo que sucedía a esas horas -poco antes de las ocho-, declaró después que los asesinos con los que él topó se veían tan fuera de si que "no parecían saber lo que estaban haciendo". Para entonces, nuevos grupos de soldados maderistas entraron en Torreón. Marchaban en fila doble, los rifles al hombro, con sus jefes y sin romper la formación ni confundirse con las turbas ebrias y frenéticas. Una de esas columnas, según la vio Cummins, se detuvo frente a una modesta casa en el dintel de cuya puerta había escritos unos "jeroglíficos chinos. Pueblo y guerrilleros tratarían de romper la puerta; alguien pidió a gritos dinamita para hacerla volar. El jefe y los soldados de la columna volvieron entonces a marchar y se alejaron con orden, calmosamente. Otros testigos declararon haber visto columnas de revolucionarios que pasaban en orden al lado de las bandas de asesinos y saqueadores, sin incorporarse a estos ; pero sin hacer tampoco nada por impedir sus desmanes. Gran cantidad de gente, encabezada por soldados maderistas de los que primero entraron, se juntó luego a las puertas de la lavandería de Vapor Oriental. El edificio que ocupaba este establecimiento era también de los altos y más considerables de Torreón. Aparte de la gran caldera, las cubas de almidonar, las tinas para teñir, los cuartos de planchar, la bodega de ropa, leña y carbón, y las azoteas para tender y blanquear,.la lavanderías tenia una amplia cocina y alacena, y un comedor para sus empleados, además de las habitaciones en que tenían algunos de ellos su vivienda. Era uno de los negocios más prósperos de cuantos manejaban los chinos de la ciudad. A un costado de la Lavandería se levantaba la antigua Presidencia Municipal, la porfirista -que había ardido esa madrugada, apenas tres horas antes. Del otro lado estaba la fábrica de camas La Vizcaína, cuyo propietario José Cadena y su familia tenían allí también su domicilio. En la lavandería había unos 25 empleados de planta. Allí estaban todos encerrados para salvarse. La multitud hizo estallar las puertas. El gerente de la empresa, Wong Nong Jum, junto con cuatro dependientes que se llamaban Wong Wing Fong, Yung Ah Jop, Wong Shu Ying y Aoh Tack On, se habían ocultado debajo de un gran montón de leña" Fue este lo primero que saquearon los asaltantes. Alguien gritó "aquí hay chinos"…y los cinco fueron muertos a tiros . Los aventaron luego a la calle y a dos de ellos, ya sin vida y descalzos , los lanzaron también por el cuello y unos jinetes de la fuerza rebelde se los llevaron arrastrando rápido . El cocinero de la lavandería fue muerto junto a sus braseros y peroles, que en seguida desaparecieron de allí. En el pozo del patio, donde se ocultaba, acabó también sin vida el cajero del Hotel del Ferrocarril. En todo el edificio no quedó prácticamente nada que se pudiera tomar o arrancar . Samuel Graham, un viejo comerciante Estadounidense que llevaba casi 25 años de residir en México y tres en Torreón, pudo ver el asesinato de dos lavanderos: preguntó entonces, a los que pasaban llevando su parte del saqueo, por qué los mataban: "no los queremos" fue la respuesta de uno de ellos. También pudo ver el botín que alcanzó su mozo de faenas : una carretilla, un perol, la hoja de una celosía de ventana y mucha leña. La mujer de este individuo acompañaba a su marido, pero con los brazos vacíos y llorando, había visto morir a otros dos lavanderos chinos. El resto de los planchadores y lavanderos salvaron la vida gracias a que saltaron la tapia que separaba el Vapor Oriental de la fábrica de camas de José Cadena. Cayeron en el taller de carpintería de La Vizcaína: allí los descubrió otro mozo, llamado Clemente, quien fue de inmediato por Cadena. De todos esos lavanderos -debían de ser unos 20- sólo uno pudo darse a entender muy apenas en español. No necesitaban explicarse , la gente de la calle clamaba enfurecida y de la lavandería llegaba el estruendo de los tiros, gritos, vidrios rotos y objetos que eran desencajados de vanos y paredes. José Cadena acogió a los fugitivos y a riesgo de su vida y la de los suyos y la de Clemente, los asiló en su casa …salvándoles la vida Aquel riesgo era auténtico, porque hubo también unos cuantos mexicanos que murieron por oponerse al asesinato de los chinos: la documentación menciona a tres en concreto: además del ranchero Francisco Almaraz, aparece un "señor Escobar, dependiente del licenciado David Garza Farías" y "un vecino de mi quinta -declaró el doctor Lim- que tiene varios hijos grandes, entre ellos a una señorita que se llama Herminia". En el número 306 de la calle de Ignacio Zaragoza estaba instalado el Restaurante de Chon Lee. Allí trabajaban -seguramente en forma simultánea- 3 cocineros, 4 meseros y 2 administradores ,el propietario y su socio, que tal vez eran hermanos. Allí tenían también su morada. El establecimiento estaba equipado por completo y con lo más moderno; su clientela era numerosa. Ese día quisieron refugiarse allí las nueve personas que trabajaban en el restaurante, más otros cinco chinos. Tampoco allí se salvó nadie ni quedó nada. Algunos de los puestos del Mercado Municipal de Torreón solían estar ocupados por chinos de las grandes huertas de las afueras. Eran los expendedores de la muy considerable cantidad de verduras que allá se producían. Esa mañana, los anaqueles de madera que conformaban esos puestos estaban abarrotados de mercancía natural. Tampoco quedó nada y la documentación menciona a tres puesteros sacrificados., Para las 10 de la mañana ya estaban muertos la mayor parte de los chinos que sucumbieron ese día . Todos quedaron descalzos. Entre ellos se contaban, además de los trabajadores humildes -que fueron la inmensa mayoría-, algunos personajes connotados de la colonia, como los siguientes: Kang Shai Jack, gerente del Banco Wah Yiek…. el abarrotero Ching Mon King , socio de la tienda Wing Hing Luna…… Ching Ping Con propietario de la tienda sucursal de La Plaza de Armas, y Ching Ping Quon, socio y posiblemente hermano del anterior…. Tang Cong "dependiente mayor' de El Puerto de Ho Nam, su dueño Lio Ting Long y su socio, Lio Tack Toy…. Low Son el "cocinero mayor" del Restaurante de Chon Lee, su propietario, Pack Tin Chong, y su socio, Pack Tin Suy -otra pareja de hermanos con seguridad-…. Mar Tu Lean, "dependiente mayor del Pabellón Mexicano, y el dueño, Mar Young, conocido también como don Juan Maa…. un maquinista Wong Hong Quong, que trabajaba en el patio de la estación de Torreón…. Wong Ken Hing secretario de la Asociación Reformista del Imperio Chino , Woo Kim Yung encargado de comercializar los productos de la huerta Do Sing Yuen , y el socio de la tienda Yee Hop cuyo nombre era Wong Yong Lang La mayor parte de los chinos que murieron en Torreón ganaban -según las cifras que alegó la Embajada China- menos de 30 pesos al mes; el mejor sueldo -200 pesos- era el del maquinista y después el del gerente del Hotel del Ferrocarril: 100 pesos. Casi todos estaban entre los 20 y los 40 años de edad, pero en la documentación aparecen uno de 79 años, uno de 18, dos de 17, uno de 14 y uno de 12....todos muertos a balazos también A las 10 de la mañana estaban ya en Torreón Emilio Madero, el coronel Orestes Pereyra y el jefe Agustín Castro. Emilio Madero se alojó en el Hotel Salvador. Hay referencia dé que los 2 primeros giraron en seguida la orden de impedir el asesinato de más chinos y la de concentrar a los sobrevivientes en el cuartel maderista de la ciudad Ese cuartel ocupaba una maderería -la Maderería de Acre- y su jefe era el cabecilla Orduña · Los últimos soldados revolucionarios que entraron en la ciudad -los cuales conformaban, con mucho, la mayor parte de la fuerza- empezaron entonces a tratar de contener la matanza y el saqueo. Hay testimonios de las discusiones acaloradas que entablaban con los improvisados verdugos de los chinos, para salvar la vida de quienes tenían allí con ellos y en el último trance de perderla. Estos apaciguadores encontraron muy grande contradicción y resistencia entre los asesinos, y no pudieron completar su labor antes de seis horas. No empleaban otro método que el de la persuasión, el cual por muy enérgica que la quisieran hacer, tardaba mucho en surtir efecto entre sus interlocutores. Aparecieron luego, por las calles de Torreón, grupos de chinos a pie, rodeados de jinetes armados que los llevaban al cuartel. El traslado fue a veces comedido, pero un comerciante estadounidense que tenía 19 años de residir en la ciudad, Charles W: Enders, dijo haber visto como a tres de esos chinos sobrevivientes, los llevaban a jalones atados por el cuello, muy cerca unos de otros, y con una cuerda cuyo cabo estaba enroscado en la cabeza de la silla donde montaba uno de los jinetes maderistas encargados de ellos. Samuel Graham declaró haber visto también otro grupo de cuatro o cinco chinos atados entre si ; los soldados que así los traían iban echándoles sus caballos encima. Como los días anteriores, a las seis de la mañana de ese lunes el doctor Walter J. Lim había ido a la clínica de su colega Salomé Garza Aldape -habilitada como puesto de la Cruz Roja-, para atender a los heridos que pudiera haber. La encontró cerrada. Se dirigió entonces a otro puesto de la Cruz Roja, el del doctor José María Rodríguez. En ninguno de esos trayectos llegó Lim a percatarse de que los maderistas habían empezado e entrar en la ciudad. En el sanatorio de Rodríguez estuvo absorto curando heridos hasta las ocho y media, cuando acabó. Salió entonces a la calle, "para darme cuenta” -declaró después- de los movimientos de la revolución, y por si acaso había más heridos. Divisó luego un grupo de revolucionarios -quizás montados- que gritaban y echaban tiros al aire. Los vio cerca del "comercio de Don Julián Lack" y de allí los miró. llegarse a la Zapatería Francesa, que distaba una cuadra de aquél, siempre gritando y disparando al aire. Cuando doblaron por la Avenida Juárez los perdió de vista. Faltaba ya poco para que dieran les nueve de la mañana; ante los ojos de Lim apareció entonces gran cantidad de gente pobre y también soldados maderistas, cargados con "muchos efectos de ropa y abarrotes". Preguntó entonces a "un individuo del pueblo" de dónde traía esa ropa: el interpelado le contestó que un soldado maderista se la había dado de una tienda de chinos. En seguida vio llegar, en un automóvil, a un miembro de la Cruz Roja -cuando lo declaró, tres meses después, Lim no recordaba ya el nombre de este compañero suyo, o no quiso recordarlo por lo que se verá luego-, quien le comunicó que había en la calle muchos chinos muertos y muchos heridos. Decidieron. ir a recoger a estos últimos con dos camillas que se agenciaron. Al llegar a la esquina de la Plaza Dos de Abril que quedaba frente al Banco Wah Yick, Lim – que venía al volante- descubrió a sus compatriotas "muertos y tirados en la banqueta y en la calle". En ese momento, un grupo numeroso de maderistas de a pie se acercó por haber reconocido en él “a un chino” y allí mismo, y sin considerar su atuendo médico ni el brazalete de la Cruz Roja que llevaba, empezaron a pedir a gritos su muerte y querían obligarlo a bajar del coche. El compañero de Lim se apeó y huyó (por eso no quiso recordar después su nombre) mientras este en cambio, logró conservarse en su lugar hasta que unos jinetes revolucionarios llegaron a defenderlo -serían quizás vecinos de la ciudad que lo conocían y le tendrían aprecio- Un soldado maderista lo llevó entonces a la presencia del cabecilla Agustín Castro, el cual lo remitió a Gómez Palacio para que “se le formara causa” y se hiciera la averiguación . No valieron razones ni protestas ni el hecho de no había de que acusarlo . Lim salió luego a formarse entre otros once chinos que llevaban el mismo camino , y notó que estaban "todos descalzos -sin su dinero-, en mal estado y bastante golpeados en la cabeza y el cuerpo". La salida de Torreón acabó de perturbarlos y mortificarlos aun mas .Cuando ya íbamos en camino para Gómez Palacio, recibimos muchos insultos del pueblo en toda clase de palabras, y muchos quisieron hasta golpearnos. Ya caminaban fuera de Torreón el doctor Lim y los once maltrechos horticultores , cuando los alcanzó un jinete revolucionario con la "orden superior" de que se respetara a la Cruz Roja en general y a Lim en particular. Así pues, sus conductores lo soltaron, hicieron venir un coche y en el lo despacharon de regreso. Antes de llegar a la ciudad se encontró con varios amigos suyos, quizás los "particulares" del Hotel Central, que pueden haber sido los que gestionaron su libertad, los cuales habían ido en su busca para prevenirlo del peligro que correría si volvía entonces a Torreón y para recomendarle que se refugiara mejor en Gómez Palacio. El doctor Lim siguió ese consejo. Una de las poquísimas mujeres chinas que había en Torreón -tal vez la única- era hermana de Lim y estaba casada con un tal Ten Yen Tea, de quien tenía tres hijos: la mayor contaba 14 años y los otros dos eran muy pequeños. Ten Yen Tea era copropietario de la huerta Tay Sing Yuen; además del ingreso que ello les reportaba, los Ten vivían de cuidarle a Lim una quinta que se había hecho construir en las afueras. Ese día 15, un grupo como de 50 maderistas irrumpió en el lugar Ten Yen Tea estaba ausente. Los revolucionarios acorralaron a la madre y sus tres hijos, y parece -por lo que deja inferir el aparente eufemismo con que Lim lo denunció- que violaron a aquélla , la "vejaron horriblemente... intentaron matarla con su familia", apuntaron sus armas sobre la niña exigiendo a la madre que "dijera que se casaría con ellos". Al fin, los arrojaron de la quinta , y se dieron luego a saquearla y destruirla totalmente. La hermana y los sobrinos de Lim se refugiaron entonces en la finca de un estadounidense llamado Hampton. Ten Yen Tea había estado, con otros nueve chinos, escondido en una casa de Torreón de donde unos guerrilleros de la revolución los sacaron para llevarlos al Hotel Salvador, tal vez a que comparecieran ante Emilio Madero. Los llevaban a pie por las calles, pero antes de llegar "los balacearon por detrás... de manera cobarde", y mataron a siete de los diez que eran. El cuñado del doctor Lim sobrevivió para contarlo.. George C. Carothers, el agente consular de Estados Unidos en Torreón, se encerró en su casa toda la mañana; sin embargo, iba recibiendo noticias esporádicas de la entrada de los maderistas. La noticia de la matanza le llegó hasta mediodía. Tres horas después apareció en su casa, que era también el Consulado, un importante personaje: el gerente general y vicepresidente de la Compañías Guayulera Continental Mexicana. Se llamaba W. S. Conduit. Venía en su coche. Carothers, quien no se atrevía a salir de su casa y tenía entendido que Emilio Madero estaba comiendo en el Hotel Sternau, envió a Conduit con una nota para aquél en la que le pedía que viniera a verlo. Al cabo de media hora regresó Conduit trayendo consigo a Emilio Madero. El líder -que dijo estar consternado por la muerte de los chinos- informó e Carothers que estaba mandando a los sobrevivientes, en grupos, al cuartel, para protegerlos: ésa fue su respuesta al apremio con que el estadounidense le pidió que detuviera la matanza. Conforme caía la tarde decayó también el furor anti-chino." Hacia las cinco, discurrieron los líderes revolucionarios efectuar en seguida un desfile de sus fuerzas por las principales avenidas de la ciudad el hecho de que los cadáveres de muchos chinos estuvieran tirados en algunas de esas avenidas -entre otras la de Miguel Hidalgo, donde yacían 69 cadáveres de chinos; la de Ignacio Zaragoza, con 14; la de Benito Juárez; con 71; la de Mariano Abasolo, con seis; la de José Maria Morelos, con cuatro; la de Antonio Valdés Carrillo, con 36-" no bastó a modificar ni posponer ni retardar su decisión, así que con todo y todo…desfilaron. El vicecónsul Cummins los miraba pasar y fue él quien, cuando reconoció a Agustín Castro en la columna de jinetes, detuvo a este jefe para recomendarle que mandara recoger y enterrar ya a esos chinos. Castro asignó allí mismo 20 hombres a las órdenes de Cummins y pidió a éste que se ocupara del asunto. Los 21 tomaron el camino de La Ciudad de los Muertos -que así se llamaba el Panteón Municipal- . Junto a uno de los muros, “por fuera”, ( porque cabe aclarar que las autoridades no les dieron permiso de que enterraran a sus muertos “dentro del cementerio”, así que los enterraron fuera ) mandó Cummins hacer un socavón de 40 metros de largo y tan profundo que no se veían las cabezas de los que escarbaban. . El administrador del cementerio puso a su disposición a tres carretoneros -uno de ellos español para que, en otros tantos coches de mulas, fueran trayendo los cadáveres. A estos fúnebres trajineros se sumaron dos enfermeras del Hospital Civil que se llamaban Elena y María; entre los cinco fueron levantando a los chinos muertos y llevándolos por montones junto al socavón, y los hombres de Agustín Castro los fueron echando en el llegaron a quedar unos sobre otros. La gran mayoría estaban ya desnudos y algunos se veían mutilados. El vicecónsul británico. ya no se esperó, pero el administrador del panteón sí, y contó ahí hasta 205 cadáveres de chinos, entre los que habían muchos ya muy descompuestos. Tal parece que los carretoneros salieron a cargar incluso con hortelanos de los que habían sido asesinados los dos días anteriores. En la documentación hay referencia de 23 cadáveres de chinos que fueron enterrados en una noria de las afueras , cifra que comparada, contra los 84 horticultores que perecieron en total, según el censo levantado días después por Carothers, Woo Lam Po y Cummnis, deja en unos 61 los que habrían recogido los carretoneros. En los terrenos del Hospital Civil se cavó también una gran fosa para otros 21 chinos asesinados . El total de estos recuentos arroja la suma de 249 víctimas , sin embargo la legación China alegó, tres meses después, que en realidad habían sido 303 . Para llegar a este dato, los agentes de la Legación levantaron también un censo de la colonia China de Torreón, consignando, según el decir de los sobrevivientes, los nombres y otros datos relativos a las personas que faltaban en ella desde el último día de la matanza y que contando incluso a los pasajeros y los recién llegados en el tren sumaban 303 . La diferencia con respecto al número de los que fueron enterrados en aquella noria, en el Panteón Municipal y en el Hospital Civil hace 54 años: entre estos últimos muy bien pudo haber más muertos, pero también hubo colonos que abandonaran la ciudad sin avisar y ni dejar rastro, porque se asienta en los documentos el caso de ocho que sí avisaron y que salieron así huyendo : uno a Jimulco, dos a Matamoros Laguna, cuatro a Santo Niño y uno más a Jaral . Los fugitivos iban "sin comer, descalzos – seguramente ya sin su dinero- y sufriendo toda clase de privaciones para salvarse de la muerte Se hizo de noche. José Cadena, el fabricante de camas de La Vizcaína, salió a buscar por segunda vez al coronel maderista Orestes Pereyra. Cadena se había atrevido a solicitar la primera entrevista, aun de mañana, en razón de la extrema inquietud de los lavanderos chinos que amparaba en su casa, a los cuales había que retener escondidos casi á fuerzas, sin poder entenderse con ellos y contra el impulso que éstos sentían de salir corriendo a la calle para huir lejos ,pero la solicitó también, sobre todo, a causa de la incontenible furia de los soldados revolucionarios y la multitud de indigentes que mataban, rompían y saqueaban tantos lugares. Esa primera conversación con Pereyra -el único jefe maderista que accedió a recibirlo- granjeó a Cadena un "resguardo" de fusileros -probablemente sólo dos- apostados a la entrada de su fábrica y domicilio; poco después aquél le mandó otros cuatro. En la segunda entrevista supo José Cadena que sus lavanderos serían trasladados, de allí con los demás sobrevivientes, a los cuales tenían encerrados en la maderería -que bien la había de conocer el camero- . A las 10 y media de la noche llegó la escolta y a esa hora despidió Cadena a los 20 chinos que salvó de morir. La documentación habla de otros cinco torreoneses que socorrieron a los chinos. Sólo da sus nombres: José María Arzave, Manuel Rodríguez, Cristino Hernández, Aureliano Heredia y Leonides González.' En la maderería se concentraron poco menos de 200 chinos en total -el doctor Lim da la cifra de 180. El oficial revolucionario a quien Emilio Madero dio el encargo de hacerlos llevar allí fue Sabino Flores, uno de los pocos jefes que entraron a primera hora y que habían estado en Torreón durante lo más nutrido de la matanza. A los sobrevivientes los recibió, pues, el cabecilla Orduña. Allí los tuvieron tres días, sin dejarlos salir y sin darles de comer ni beber. A la media noche de uno de esos días, "varios maderistas" -denunció Lím tres meses después- golpearon "cruelmente" a algunos de los chinos, luego "esculcaron" a todos y los despojaron del dinero que cada cual llevaba consigo, con el que reunieron "una regular cantidad". Así se lo relataron a aquel Cristino Hernández, quien, enterado del ayuno a que los tenían reducidos, había ido a darles para , café, cigarros y agua. Cuando por fin quedaron libres esos sobrevivientes, el jueves 18, los demás extranjeros de la ciudad -a iniciativa del cónsul Carothers- hicieron entre sí una colecta de dinero, ropa y calzado "para proteger” -refiere Lim- a los chinos que sufrieron del robo y las iras del pueblo y maderistas. El doctor Lim pasó en Gómez Palacio la noche del 15, al parecer en el hospital que se había habilitado allá para la Cruz Roja. El día 16 -martes-, hacia las tres de la tarde, se apersonó con el cabecilla Juan Ramírez, en el cuartel maderista de Gómez Palacio, "para suplicarle” que pusiera en libertad a los once horticultores chinos con los que el doctor había estado a punto de quedar encerrado, más otros tres chinos, que a todos los tenía Ramírez "sufriendo privaciones y maltratos . El jefe replicó que seis de ellos "habían tomado las armas en contra de los maderistas"; luego los hizo comparecer y los interrogó delante de Lim. Ellos "lo negaron rotundamente y con entereza ", Ramírez los volvió a encerrar... "y me ordenó -refiere Lim- que fuera y les aconsejara a seis de ellos, que confesaran haber tomado las armas, y que nada les haría a ninguno". Lim los interrogó el mismo, en su encierro -y seguramente en su lengua- , y los reclusos negaron el cargo "con el espanto en el rostro y con lágrimas". Pidió entonces Lim a Ramírez por trajera al que inculpaba a esos seis. Vino entonces un soldado revolucionario y dijo que una noche -la del 13-, combatiendo en la estación del ferrocarril, "oyó decir á un individuo que no conoció, que unos chinos habían hecho fuego contra los maderistas". A instancias de Lim, Ramírez soltó entonces a los 14 prisioneros, pero hizo firmar al doctor una fianza que lo comprometía a llevarlos a comparecer otra vez, si se lo pedían. En la tarde del 17, el cónsul Carothers encontró en la calle a un niño chino que, al parecer, lo buscaba. Se apellidaba Wong, sabia español y había sido ayudante de Lim en la Cruz Roja: era el primer chino que veía Carothers desde la matanza. Parece que fue ese niño quien enteró al cónsul de que en un restaurante muy cercano -quedaba a la vuelta de la esquina de su casa- había escondidos 75 chinos, los cuales "se estaban muriendo de hambre" . Entre los escondidos probablemente había estado el propio niño Wong, quien habría sido el único que se atrevió a salir para pedir ayuda. Con una nueva colecta entre sus amigos, donde el mismo Carothers contribuyó, se reunió cierta cantidad para que el niño comprara comida -quién sabe a qué precio. Antes de dejarlo ir, le preguntó por el paradero del doctor. Lim: supo que se lo habían llevado preso a Gómez Palacio.' Volvió entonces el cónsul estadounidense a entrevistarse con Emilio Madero para abogar por Lim. Emilio Madero le hizo saber que había comisionado al doctor para que, junto con el jefe Sabino Flores, recorriera las huertas en busca de sobrevivientes y para estimar el monto de los daños perpetrados allí. El 18 regresó Lim de su inspección. Carothers fue a verlo. El doctor no había encontrado a ningún sobreviviente y sí mucha destrucción. Al final de la referencia que le dedica en una de sus declaraciones, Carothers apunta que Lim estaba pasmado y que se veía que no sabía qué hacer." Pasaron tres días más. El triunfo de la revolución maderista en todo México fue completo. Se sucedieron entonces cuatro telegramas. Al día siguiente de la firma del Pacto de Ciudad Juárez -el 21 de mayo- y cuatro antes de que Díaz abandonara el país y León de la Barra asumiera la presidencia interina. El encargado de negocios "ad interim" de China en México, Shung Ai SGne, recibió el primer telegrama. Se lo enviaba un residente de Ciudad Porfirio Díaz llamado Wong Chan Kin. El telegrama decía así: "He recibido mensaje de mi representante Torreón Coahuila México, informándome que fueron muertos doscientos veinticuatro de nuestros paisanos en el reciente disturbio. En seguida, remitió Shung a León de la Barra una copia del telegrama, con esta apostilla: "Ruego á Vuestra Excelencia se sirva decirme si son ciertas estas noticias. Ni Shung ni León de la Barra podían comunicarse aún con la gente de Torreón, pero sí con los de Saltillo. Siguió otro telegrama, ahora del secretario de Relaciones Exteriores, e inminente presidente interino de la república, a Jesús de Valle, gobernador de Coahuila. y decía así: Encargado de negocios China avísame que doscientos veinticuatro de sus nacionales fueron muertos en los recientes disturbios en Torreón. Como aquí. carecemos enteramente de comunicaciones le ruego se sirva avisarme lo que sepa acerca del suceso pues me causa verdadera alarma cantidad tan exagerada de muertos extranjeros." En el tercer telegrama, dos días después -el 23 de mayo-, el gobernador confirmó la noticia: "Aunque aun no hay comunicación con Torreón que ocupan revoltosos sé por conducto de persona particular que vino ayer a esta, que desgraciadamente es cierta noticia relativa a muerte de doscientos veinticuatro chinos, entre niños y adultos, y causándoles serios perjuicios en sus propiedades. El último telegrama llegó a Pekín: lo dirigía Shung al príncipe K'ing, "Jefe del Gabinete y Presidente del Ministerio de Negocios Extranjeros". Su texto apareció en el Pekín Daily News, en el Shun Tien Shih Pao, en Le Journal de Pekín, en The Weekly China Tribune y, al cabo de muy poco, en muchos otros periódicos chinos, del Japón, de Europa y de América. Decía apenas así: "En la revolución mexicana se mata y pilla de la manera más arbitraria. Ayer en T'saiyüan (Torreón) fueron heridos y muertos más de doscientos chinos, las circunstancias son muy deplorables." Los detalles -verdaderos e imaginarios- se difundieron profusamente poco después. El príncipe K'ing mandó entonces a sus emisarios para entregar en la Legación de México en China una lista de exigencias, formuladas de modo extraoficial y en términos muy corteses, “pero claros” . Allí se pedía que el gobierno mexicano expresara sus condolencias, que se desagraviara a la bandera china, que se indemnizara a los deudos de los muertos y a los sobrevivientes, que se protegiera la vida y la propiedad de los chinos en México y que se castigara a los culpables.' (Siete meses después, el 16 de noviembre de 1911, el gobierno de Francisco I. Madero firmó con el de China un protocolo que estipulaba la satisfacción de la más perentoria de esas exigencias: la indemnización de 3 100 090 pesos.) K'ing echó mano dé otro recurso: pedir al gobierno estadounidense, a través del embajador chino en Washington, su mediación para obtener de los mexicanos, lo antes posible, la satisfacción que exigía. La participación de los estadounidenses nunca fue oficial, pero fue efectiva. Henry Lane Wilson, instruido por sus jefes, pidió permiso para favorecer a los sobrevivientes chinos de Torreón con sus “unofficial good offices” . León de la Barra no se atrevió a objetar la iniciativa y Lane Wilson comisionó entonces a Carothers para que investigara la situación en que se encontraban aquellos sobrevivientes: Era el 29 de mayo de 1911. El cónsul de Estados Unidos había de cumplir ese encargo en comunicación con Woo Lam Po, delegado de Shung. Organizó, pues, un equipo -en el que, por cierto, no figuraba ningún mexicano- para salir a examinar los lugares en que habían sido despojados y asesinados los chinos. Conformaban el equipo un R. L. Bonnet, gerente del American Bank of Torreón; el vicecónsul Cummins y, desde luego -quizás presidiéndolos-, un rico comerciante chino, Foon Chuck, propietario de la huerta Do Sing Yuen. Visitaron las huertas y los grandes comercios: en todas partes encontraron absoluta destrucción y recogieron de boca de sobrevivientes chinos, guardias maderistas y vecinos del lugar, referencias hasta de 84 horticultores sacrificados. Los sobrevivientes que encontraron en las afueras - ese 6 de junio de 1911- sumaban 27 y oyeron de uno más que había quedado herido. Tomando en cuenta a aquellos 15 hortelanos que Lim liberó en Gómez Palacio, más los ocho que huyeron de la ciudad, más los 180 reclusos de la maderería y los 75 escondidos en el restaurante y sin contar los 28 de que informa Carothers en aquel 6 de junio, que seguramente figuraron con los anteriores, el total de los sobrevivientes que menciona la documentación queda en 278. Aun si se considera que los muertos no pasaron de aquellos 249 que pudieron contar quienes los vieron, en lugar de los 303 que faltaban en la colonia China de Torreón, bien se puede estimar a "grosso modo", pero con seguridad, que la mortalidad que sufrió esa colonia alcanzó a la mitad de sus miembros. Hubo todavía un quinto telegrama. Es el que envió León de la Barra al gobernador Porfirista de Coahuila el 23 de mayo de 1911, para darse por enterado de que la matanza había sido cierta: "Verdaderamente horrorizado por tremendo suceso que usted refiere. Le ruego por todos los medios posibles procure hacer una investigación cuidadosísima de la materia valiéndose de cuantos medios estén en su poder y que en cuanto alcance en su jurisdicción consiga sean aprehendidos los responsables del horroroso atentado contra chinos y japoneses á fin de que se les castigue. Hacia finales de diciembre de 1911 , el secretario de Relaciones Exteriores, Manuel Calero, quien acababa de firmar por parte de México el protocolo de la indemnización, recibió el resultado de una investigación -al parecer algo apresurada y superficial- que a petición suya había ordenado Jesús Flores Magón, subsecretario de Justicia. El informe relaciona muy lacónicamente los nombres de presuntos culpables, confirma la extrema crueldad con que se perpetró la matanza y el inmenso daño material que dejó, y se inclina a creer, - sin aducir razones- la especie de provocación de los chinos contra los maderistas. Los nombres son sólo nueve. Jesús María Grajeda: encarcelado desde el mismo 15 de mayo, acusado de encabezar las multitudes y de haber sido el principal instigador de la matanza, según el testimonio de "un regular número de personas". Benito Bradley hijo: estaba prófugo y que había andado con Grajeda y "fue el autor de la muerte de uno de los principales chinos, muy estimado en la población, de nombre Juan Maa". Anastasio Rosales: era jefe de un grupo de revolucionarios y figura en el informe como "autor de más de diecinueve homicidios de chinos y que estaba prófugo también. Estrada Baca: jefé de otro grupo y prófugo. Anastasio Saucedo: formalmente preso. Benigno Escajeda: también en prisión; y en parte “confeso". Gonzalo Torres: preso formalmente. Aureliano Villa: del que ya se había dictado orden de aprehensión en su contra. Florencio Menchaca: también prófugo y con orden de aprehensión girada , En el último lugar de la lista de inculpados, el informe menciona a "la masa anónima". Para ilustrar esta final acusación -bien puede decirse que lo es-, el documento reproduce un testimonio: lo rindió un tal V. H. Dodson, colaborador de Carothers en el Consulado Estadounidense de Torreón y que decía: "Parándose en una esquina podría aprehenderse a toda la gente del pueblo que pasara, con la seguridad de que, el noventa y nueve por ciento de los aprehendidos, había estado en el saqueo." Dodson se refería, claro a la gente más pobre de la ciudad, la cual conformaba, sin duda, la gran mayoría de su población. Como mera “coincidencia” ….mmm….días después de la masacre arribo al puerto de Veracruz el mas moderno barco de guerra de la armada imperial China , armado con cañones de largo alcance y con 5 lanza torpedos, al mando del contralmirante Chi Fih Kwong . Según declaraciones, el barco solo iba…“de paso” , tras haber asistido a la coronación del Rey Jorge V de Inglaterra….mmm… algo lejos para ir… “de paso” ..¿no cree Ud? Originalmente el gobierno chino exigió una compensación de 30 millones de pesos , que luego bajo a 6 y finalmente a 3 millones de pesos oro , mismos que fueron pagados por el gobierno de Francisco I. Madero el 1 de julio de 1912. Al cabo de un año no quedaban en Torreón sino unos cuantos chinos . La mayoría de quienes habían salvado la vida abandonaron para siempre lo que fuera la colonia de chinos mas importante , prospera y productiva…. de todo México. Años después….allá por 1946, cuentan que en el día de los muertos….“y a las afueras del Panteón Municipal” , se estacionaban automóviles lujosos de los que bajaban familias de chinos vistiendo riguroso luto . Colocaban sobre el suelo polvoso la fotografía de algún pariente , -de seguro enterrado ahí en la “ fosa común”- y prendiendo un vela le acercaban un plato de arroz blanco . Arrodillados en silencio oraban un rato por su ser querido , tiempo después , levantaban el retrato y se alejaban de ahí , dejando la vela prendida y el plato de arroz . B i b l i o g r a f í a + Historia del Estado de Coahuila de Pablo M. Cuellar Valdez
+ Formación y decadencia de una fortuna de Maria Vargas-Lobsinger
+ El imperio de la familia Sánchez Navarro de Charles H. Harris III
+ Historia de Torreón de Eduardo Guerra
+ Coahuila y Texas en la época colonial de Vito Alessio Robles
+ La historia de Torreón y la matanza de los chinos de Juan Puig
+ Francisco de Urdiñola y el norte de la nueva España de Vito Alessio Robles
+ Documentos originales de la época conseguidos en el Archivo de la Nación de la ciudad de México
FOTOS DE
MI TORREÓN
LA CASA DEL CERRO
CASINO DE LA LAGUNA
Y CATEDRAL
EL ENORME CRISTO DE LAS NOAS.....
FUENTE DE "EL PENSADOR"
PLANTA METALÚRGICA... " PEÑOLES"
PLAZA DE ARMAS
ATARDECER SOBRE
EL DESIERTO LAGUNERO
FACHADA PRINCIPAL DEL
CÚPULA INTERIOR DEL
TEATRO "ISAURO MARTÍNEZ"
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